A la mañana siguiente, el duque de Ridgeway salió de la casa roja en la colina sumido en sus pensamientos. ¿Tan obsesionado había estado Brockehurst con ella? Debía de haberlo estado, si había hecho tantos esfuerzos para conseguirla.
Pero había disfrutado protegiéndola, pese a que sabía que a ella ni le gustaba ni lo respetaba y que nunca podría amarlo. En el mundo había algunos hombres extraños, y había algo que no era nada normal en Brockehurst.
A no ser que hubiera malinterpretado completamente lo sucedido. ¿Pero qué otra explicación podría haber?
Elsa estaba en su salón privado de la posada, donde el duque la había dejado después de desayunar. Pese a que le había costado un poco, había logrado convencerla para que lo dejara ir solo a la casa del señor Weselton.
—¿Y bien? —Ella dejó de moverse cuando Su Excelencia abrió la puerta, y lo miró tensa.
—Parece que el entierro se celebró en Taunton —explicó él—. Está a unos treinta kilómetros de aquí, a unos sesenta y tantos de Heron House. El señor Weselton ha estado allí y ha visto la tumba. Ahora hay una lápida.
Elsa lo miró fijamente.
—¿En Taunton? —preguntó—. ¿Pero por qué?
—Parece que mataron a Weselton cerca de allí, cuando Brockehurst y él volvían de Londres. Brockehurst lo enterró antes de venir aquí a contárselo a la familia.
Elsa continuó mirándolo fijamente.
—No lo entiendo. Pero si murió en Heron House...
—Claro.
—El único motivo por el que no lo enterraron allí fue que su familia estaba aquí.
—Sí.
La chica frunció el ceño.
—Iremos a Taunton a acabar con este asunto —propuso el duque—. ¿Está lista para marcharse?
Ella siguió mirándolo ceñuda. Aún no se había percatado de la verdad, o de lo que evidentemente debía serlo. Y quizá fuera mejor así. Puede que, después de todo, no fuera la verdad. El duque no le transmitió sus sospechas.
—Sí —respondió ella.
Quince minutos más tarde ya estaban en camino.
—Esto no tiene sentido —murmuró la chica—. Taunton no está ni siquiera en ruta directa hacia Wroxford.
Al duque le pareció que Elsa le tendía la mano sin darse cuenta siquiera de lo que estaba haciendo. Él se la cogió y la apoyó en su muslo.
—Relájese y disfrute del viaje —le sugirió el duque—. Haremos preguntas cuando lleguemos al final de todo esto.
—Hoy no llegaremos a casa —comentó ella—. Su viaje se retrasará otro día.
—Sí —reconoció el duque, y se llevó la mano de la chica a los labios antes de volver a ponerla sobre su muslo. Miró a Elsa a los ojos.
—Lo siento —dijo ella.
—Yo no.
Elsa se mordió el labio inferior.
—¿Y de qué hablamos hoy? —preguntó él—. ¿De la escuela? Hábleme de la suya. No fue una experiencia feliz, ¿verdad?
—Bueno, en algunos aspectos. Aprendí a amar los libros y a amar la música aún más que antes. Aprendí a vivir con mi imaginación. Puede añadir una dimensión maravillosa a la vida.
—Sí —asintió el duque—. Puede hacer que una vida gris parezca alegre, ¿verdad?
Se sonrieron antes de que ella continuara hablando.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...