—¿Volveremos a casa pronto, papá? —Lady Arianna Frost estaba sentada en el carruaje enfrente de su padre, acariciando el morro y la cabecita de su perrita, que cerraba los ojos extasiada.
—Pronto —respondió él—. ¿Te alegrarás? Hemos visto muchas maravillas juntos en el pasado año, ¿verdad? Puede que te aburras en casa.
—Tengo muchas ganas de llegar. ¿Por qué vamos a ver a la señorita Arendelle, papá? ¿Volverá ser mi institutriz otra vez?
—¿Te gustaría que lo fuera?
—Sí —dijo ella tras pensarlo un instante—. Pero me daría miedo que se fuera otra vez. —De repente miró a su padre ansiosa—. Tú no te irás, ¿verdad, papá? Cuando estemos en casa, ¿no te irás otra vez a Londres y me dejarás sola?
Otra vez la antigua ansiedad. Había pasado semanas después de la muerte de su madre despertándose gritando prácticamente cada noche. Le aterrorizaba que la abandonaran. El duque de Ridgeway sonrió para consolarla. Antes incluso de que partieran de viaje había tenido que pasar casi cada momento de la jornada con ella, todos los días. Durante mucho tiempo había tenido que llevarla a la cama por la noche para que su voz y sus brazos estuvieran allí cuando se despertara.
—No me iré a ninguna parte —contestó Jack—. A partir de ahora, Arianna, allá donde vayas, yo también iré.
—Me pregunto si Timothy Dunbroch y los demás habrán crecido.
—Me atrevería a decir que sí. O quizás ha sido el aire continental lo que ha hecho que crecieras.
Ella lo miró y se rió.
—¿Y si no nos llevamos a la señorita Arendelle de vuelta a Willoughby para que sea tu institutriz? —sugirió él—. ¿Y si nos la llevamos para que sea tu nueva mamá?
Ella lo miró sin comprender.
—Pero yo ya tengo mamá.
—Sí. —Sabía que debería haberle planteado el tema mucho antes. Pero aún no había dado con las palabras adecuadas ni había conseguido armarse de la valentía necesaria. No estaba seguro de haber dado con las palabras todavía—. Ya tienes mamá, Arianna, y siempre la querrás más que a nadie en tu vida hasta que crezcas y tengas tu propia familia. Pero como mamá ya no puede estar contigo, ¿no te gustaría que hubiera otra persona que pudiera hacer contigo las cosas que habría hecho mamá?
—¿La señorita Arendelle? —preguntó la niña recelosa.
—Te gusta, ¿no es así?
Ella dudó.
—Sí. Pero se marchó sin despedirse, papá.
—No fue culpa suya. Lo habría hecho si hubiese podido. Pero tuvo que huir de un hombre malo, Arianna, y no pudo despedirse de nadie. Creo que te quería.
—Pero si va a ser mi mamá, entonces tendrá que ser tu esposa, papá. ¿Qué te parecería eso?
Él la miró muy serio.
—Me parecería muy bien.
—¿Y no te molestaría hacer eso por mí? —preguntó la niña, apartando la cabeza y arrugando la nariz cuando la perra se sentó y trató de lamerle la cara.
—No. Yo también quiero, Arianna. Verás... quiero a la señorita Arendelle.
Arianna apartó a la perra con una brusquedad inusitada.
—¡Pero tú me quieres a mí! —chilló.
—Claro que sí. —Jack se levantó para sentarse junto a ella, y se la puso en el regazo—. Eres mi hija. Mi primogénita y sangre de mi sangre. Nada cambiará nunca eso, Arianna. Siempre serás la primera chica de mi vida. Pero todos podemos querer a más de una persona. Tú querías a mamá y me quieres a mí, ¿verdad?
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...