Elsa esperaba que llegase el cumpleaños de Timothy Dunbroch por diversos motivos. Lady Arianna estaba emocionada con ello, y siempre era un placer ver a la niña feliz. Lady Arianna esperaba que su madre la acompañara, pero como de costumbre Su Excelencia la duquesa estaba demasiado ocupada con sus invitados como para dedicar una tarde entera a su hija. La niña aún esperaba que fuese su padre. Elsa no compartía esa misma esperanza.
La institutriz pensó que sería agradable pasar una tarde entera apartada de Willoughby. Apartada de él. Tampoco es que lo hubiese visto mucho desde la mañana en que le había pedido disculpas. No había ido a sentarse en el cuarto de estudio ni una sola vez. Sólo había aparecido brevemente en la puerta de la biblioteca por las mañanas cuando Elsa practicaba en la sala de música. Le habían pedido que lo acompañara cuando el duque le dio a Lady Arianna otra lección de equitación una mañana en la que no llovía, pero posteriormente no salió a montar. Aparte de aquello, no lo había visto.
Pero siempre existía la posibilidad de verlo. Aunque no quisiera, y aunque siempre esperaba que no fuese, estaba atenta a ver si oía sus pasos fuera del cuarto de estudio.
Y soñaba con él. Pero los sueños ya no eran la pesadilla de antes. Eran nuevos, ya que en estos sueños la besaba profundamente, como había hecho en la realidad, y ella también lo besaba, tal y como había hecho entonces, y le pasaba las palmas de las manos por los fuertes músculos de los hombros y le desabrochaba los botones del chaleco y la camisa para tocar el pelo oscuro que sabía que tenía debajo. En su sueño lo deseaba como había ocurrido en una ocasión, pero con ternura, con su cuerpo encima y dentro de ella, y su boca sobre la suya.
Siempre se despertaba sudando y se escondía aún más bajo las mantas. Y siempre sentía mucha vergüenza.
Tenía muchas ganas de pasar una tarde fuera, en compañía de los niños y del tranquilo y divertido señor Dunbroch. Y esperaba fervientemente que el duque de Ridgeway no estuviera allí, y se sentía culpable al pensarlo porque su presencia lo sería todo para Lady Arianna: significaría que le importaba lo bastante como para desear compartir sus placeres.
Y deseaba que llegase la tarde porque pasaría varias horas libre de Hans. Hablaba en serio cuando le había dicho que esperaba pasar mucho tiempo libre con ella. Si paseaba por el exterior de la casa por las mañanas o a primera hora de la noche, él la acompañaba. Una vez, cuando llevó a Lady Arianna al puente a pintar, él se presentó allí y fue agradable con ambas durante una hora entera. Y en la tarde anterior al cumpleaños, el día en que el señor Bjorgman volvió a casa de sus vacaciones y Su Excelencia había salido con su hija, la duquesa accedió a que la invitara a un paseo por el lago que iban a hacer varios de los invitados.
—Hans —murmuró ella nerviosa cuando la llamaron para que se presentaran en la entrada y se lo encontró esperándola allí—, no puedo ir a pasear con la duquesa y algunos de sus invitados. Aquí soy una criada.
—Pero todo el mundo sabe que también eres una dama, y conocida mía. Y yo aquí soy un invitado, Isabella, y por tanto me tienen que seguir la corriente. Mira, hace un día estupendo, para variar, y tienes la tarde libre. ¿Qué mejor manera de pasarla que dando un paseo hasta el lago?
Elsa sabía que no había ninguna alternativa, así que volvió a su habitación a buscar un sombrero. Y mientras caminaban un poco retrasados respecto a las otras parejas, se preguntó dónde terminaría todo, cuándo pondría fin Hans a toda aquella farsa.
—¿Cuánto tiempo más tienes pensado quedarte aquí? —le preguntó ella.
—¿Cuánto tiempo vamos a quedarnos aquí? —la corrigió—. No lo sé, Isabella. No tengo prisa, y pensaba que preferirías llegar a conocerme otra vez aquí, donde hay personas distintas de las de casa, donde sólo estuviéramos tú y yo. Hace unos meses parecía que pensabas que era algo indecente, aunque somos primos segundos.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...