Ella se estremeció y tembló a su alrededor y contra él, y se abandonó al momento después del amor, feliz al sentir que el cuerpo del duque la dejaba reposar en la cama al relajarse, feliz de apoyar los muslos abiertos contra los de él, feliz de sentir sus manos sujetándole las caderas, y de sentirlo en lo más profundo de su interior, en la parte que sólo le pertenecía a ella y al hombre al que había decidido entregársela.
Había decidido entregársela a él. Sólo a él. A él, aquella única vez y para siempre.
Jack apartó su cuerpo del de ella, se incorporó y la colocó de lado, atrayéndola hacia él y rodeándola con los brazos. A continuación puso las sábanas por encima.
—Elsa, ¿se han desvanecido los fantasmas? —preguntó, besándola de manera afectuosa y persistente.
—Jack. —Ella tenía los ojos cerrados. Las yemas de los dedos de una mano le tocaron delicadamente el rostro—. Eres tan hermoso, tan hermoso...
Ella no durmió, y él tampoco. Jack la abrazó fuerte, mientras le acariciaba el cabello con una mano, y se comunicaba con ella sin palabras. Sólo tenían aquella noche. No había tiempo para hablar. Ni para dormir.
Se quedaron tranquilamente abrazados el uno al otro hasta que llegó el momento de volver a amarse.
Elsa se quedó dormida en algún momento justo antes de que amaneciera. El duque le sostuvo la cabeza en el hombro y le acarició la mejilla y la frente. Miraba hacia arriba, hacia la oscuridad. Las velas del salón se habían apagado hacía mucho rato.
Jack pensó que sería posible ponerle una casa en alguna parte, quizás en algún lugar que no estuviera muy lejos de Willoughby, o quizá cerca de Londres. Podría visitarla durante días o semanas seguidos. Lo sentiría más como su hogar que Willoughby.
Podrían estar casados en todos los sentidos excepto de nombre. Nunca había tenido un matrimonio real con Toothie. Ni siquiera había sido consumado. Podría serle fiel a Elsa. Quizás incluso podrían tener un hijo. O varios.
Debería ser posible. Se volvió para besarla en la frente. Estaba seguro de que podría convencerla. Ella le amaba al igual que él. Se lo había dicho y se había pasado casi toda una noche demostrándoselo.
Quizás una casita al lado del mar. Podrían pasear juntos por los acantilados, azotados por el viento. Podrían pasear por la playa. Podrían llevarse a sus hijos a correr y jugar por la arena.
Jack volvió a frotar la mejilla contra el cabello de ella. Arianna disfrutaría de la playa. Debía llevarla. Willoughby quedaba a poco más de dieciséis kilómetros del mar. Tenía que llevarla antes de que terminara el verano, y quizás ir también con Hubert Dunbroch y sus hijos. Arianna disfrutaría de la compañía de otros niños.
Nunca podría disfrutar de la compañía de los hijos de Elsa y de él, esos niños inventados que vivían en la casita inventada en un mundo de fantasía.
Podría haber terminado con su matrimonio con Toothie al cabo de un año si así hubiera querido. Pero no lo había hecho. Se había comprometido con los votos que había hecho aunque ella le negara los derechos que lo habrían convertido en un auténtico matrimonio. Se había comprometido porque en aquella época todavía sentía cierto amor por ella. Y lo había hecho por Arianna. Para que Arianna no fuera una hija bastarda.
Medio compromiso no era un compromiso en absoluto. O pertenecía a Toothie y a Arianna o pertenecía a Elsa. No podía llevar una doble vida. Él por lo menos no.
Abrazó más fuerte a Elsa y continuó mirando hacia arriba.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella, volviéndose más hacia él. El duque la besó lentamente.
—Quiero contarte algo antes de que se haga de día —le comentó.
—Sí.
La inminencia del amanecer se sentía en la habitación.
—A partir de mañana —empezó—, volveré a comprometerme con mi matrimonio. Espero tener la fuerza suficiente para vivir con ese compromiso durante el resto de mi vida, sin más deslices. Eso espero, por el bien de Arianna.
—Sí. Lo sé, Jack. No tienes que sentir que me debes nada. Acordamos que sólo sería esta noche. Y yo no sería tu amante aunque quisieras que lo fuera.
Él puso un dedo encima de sus labios y la besó en la frente.
—Eso es lo que quiero explicarte. En cierto sentido, siempre serás mi esposa, más de lo que lo es Toothie. Y físicamente siempre te seré fiel. No habrá ninguna otra mujer en mi cama.
Su dedo continuaba apoyado sobre los labios de Elsa.
—Mi matrimonio sólo lo es de nombre, y siempre lo ha sido.
Oyó como Elsa tragaba saliva.
—¿Y Arianna? —susurró.
—Es de Aster. Abandonó a Toothie encinta. Yo acababa de volver de Bélgica y todavía pensaba que estaba enamorado de ella, o de la persona que creía que era.
Elsa soltó aire entrecortadamente.
—Desde que nació Arianna ha sido mía —continuó el duque—. Moriría por ella. Si me planteara realmente anular mi matrimonio para estar contigo, no lo haría debido a Arianna. Si tuviera que elegir entre ella y tú, Elsa, y puede que sea así, entonces la escogería a ella.
Ella tenía la frente apoyada contra su pecho.
—Sí, sí —asintió la chica.
—¿Me odias por ello?
—No. —Hubo una pausa larga—. Ese es el motivo por el que te amo, Jack. Hay muy poco espacio en tu vida para ti mismo. Te preocupas mucho por el bienestar de los demás. Al principio no lo sabía ni lo esperaba, pero he llegado a verlo cada vez más.
—Y aun así me he tomado esta noche para mí. Es un acto egoísta y un error moral, Elsa, como diría tu amigo el cura. —La besó un instante—. Pero no quiero hablar. Quiero amarte una vez más. Aunque quería que supieras que permaneceré fiel a ti y siempre te consideraré mi esposa.
—Un pedazo de eternidad —murmuró ella, tocándole los labios con las yemas de los dedos—. Ha sido tan maravilloso que no lo puedo explicar con palabras. No lo cambiaría ni por diez años de vida, Jack. Y todavía queda un poco.
Elsa se volvió boca arriba y extendió los brazos hacia él mientras Jack se alzaba por encima una vez más.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...