Al menos había muchas cosas con las que entretenerse. Elsa lo agradeció más que cualquier otra cosa en los días y semanas siguientes. Al menos había mucho que hacer.
Trasladó todas sus posesiones a la casita que había sido de la señorita Galen y colocó y cambió todas las cosas de lugar de modo que la satisficieran. Al principio lo hacía todo sola, incluida la cocina, ya que no podía permitirse contratar a una criada. Pasaba muchas horas en el jardín pequeño, arreglando los setos y rosales abandonados para que recobraran su pulcritud y esplendor originales.
Y enseñaba a los veintidós estudiantes de Rapunzel junto con su amiga y descubrió el desafío de enseñar a más de un niño por vez.
Y estaba pendiente de una pareja mayor que vivía junto a su casa. Les llevaba pasteles que ella misma hacía y se sentaba a escuchar sus interminables historias del pasado, incluyendo muchas historias de su madre y su padre.
Y tenía amigos a los que visitar y que la visitaban. Y siempre estaba Rapunzel, que pasaba gran parte de su tiempo libre con ella y que era una amiga alegre sin ser entrometida. Porque sin duda lo sabía. Había tenido el tacto de enviar a Frederick al interior de la casa después de que se hubo marchado Jack, y le había dedicado palabras sencillas de apoyo y comprensión. Pero si tenía curiosidad, lo cierto es que nunca lo demostraba. Nunca hacía preguntas. Era una auténtica amiga.
Y también estaba Frederick. No la rehuía pese a la confesión que le había hecho y pese al comportamiento inadecuado que había exhibido posteriormente al irse a Wroxford con Jack. Y había otros habitantes del pueblo y una parte de la aristocracia vecina que se habían mostrado reacios a socializar cuando vivía en Heron House con sus familiares pero que ahora estaban encantados de ser amigos de ella.
Hans no volvió a casa. Ni tampoco la prima Drizella ni Anastasia, ni siquiera cuando terminó la temporada de Londres. En el pueblo se comentaba que las damas se habían ido al norte con amigos. Se rumoreaba que Hans se había marchado a la Europa continental para evitar una situación delicada que no se sabía muy bien cuál era. Elsa no sabía si alguno de esos rumores era cierto. Y no le importaba dónde estuviera ninguno de ellos, siempre y cuando se mantuvieran alejados de ella. No podía soportar la idea de que la prima Drizella volviese, y temía el retorno de Hans.
Habló con el administrador de Heron House, y él prometió comunicarse con el hombre que llevaba los asuntos de Lord Brockehurst en Londres en relación a los de ella.
Elsa recibió su respuesta de un modo inesperado. Una tarde estaba sentada en su saloncito bebiendo una taza de té después de un día agotador en la escuela y preguntándose si le quedaba energía para salir más tarde a recortar un seto que había crecido demasiado. Se puso en pie suspirando cuando llamaron a la puerta. Y unos instantes más tarde estaba mirando con la boca abierta a Kristoff Bjorgman. Sintió como si el estómago le estuviera dando una voltereta completa.
—Señorita Andersen —la saludó, haciendo una educada reverencia.
—¿Señor Bjorgman? —Ella se apartó, invitándolo a entrar.
—Me han enviado a Londres para encargarme de algunos asuntos para usted, señorita. Me ha parecido mejor visitarla de vuelta a Willoughby Hall en vez de escribirle una carta.
—Ah, sí. Gracias. —No le habría gustado nada recibir una carta de Willoughby y descubrir que era del secretario—. ¿No quiere tomar una taza de té?
Elsa se sentó en el borde de la silla a escucharlo, empapándose del hecho de verlo y oírlo, ya que el secretario constituía un débil vínculo con Willoughby y con Jack. Y recordó la primera vez que lo vio en la agencia de la señorita Ramsey.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...