Al entrar a su oficina a la mañana siguiente —cinco minutos tarde, por desgracia—, Kristoff Bjorgman se percató de que su señor estaba otra vez de mal humor. El duque estaba de pie mirando por la ventana, firme como un militar, y tamborileaba con los dedos de una mano en el alféizar.
Debía de ser cierto entonces lo que se comentaba abajo sobre Su Excelencia la duquesa y Lord Aster, aunque de todas maneras todos sabían que las cosas no iban bien en el matrimonio de Su Excelencia. Y luego, claro, estaba el rumor de que la querida del duque se había estado paseando después de medianoche por la galería con Lord Brockehurst el día anterior.
Aunque desde que había vuelto a Willoughby Hall Bjorgman se preguntaba si la institutriz era realmente la querida de su señor. Aquella mujer le gustaba, pese a estar predispuesto a que no fuera así. Siempre se mostraba discretamente educada en el piso de abajo y no se daba aires en la mesa de la señora Potts, aunque cada palabra y gesto señalaban que había nacido y se había criado como una dama.
—¿Dónde diablos has estado? —le regañó Su Excelencia, confirmando las sospechas de su secretario.
—Ayudando a la señora Potts con un pequeño problema al cuadrar las cuentas de la casa, Su Excelencia —comentó.
—¿Qué te parecería tener vacaciones? —preguntó el duque.
Bjorgman lo miró desconfiado. ¿Estaba a punto de concederle unas vacaciones permanentes? ¿Por llegar cinco minutos tarde a su escritorio?
—Vas a ir a Wiltshire por mí —le informó el duque—. A Heron House. No estoy muy seguro de dónde está, pero sin duda lo averiguarás.
—¿A casa de Lord Brockehurst, Su Excelencia? —Su secretario frunció el ceño.
—El mismo. Quiero saber cualquier cosa que puedas averiguar de una tal Isabella que vivió allí hasta hace muy poco.
—¿Isabella? —Bjorgman lo miró inquisitivo—. ¿De apellido, Su Excelencia?
—Desconocido. Y vas a ser invisible y mudo mientras averiguas las respuestas. ¿Lo entiendes?
—¿Sólo Isabella, Su Excelencia? ¿No tiene ninguna otra descripción?
—Digamos que se parece mucho a la señorita Arendelle.
Kristoff Bjorgman lo miró fijamente.
—¿Puedo confiar en tu discreción, Bjorgman? —preguntó Su Excelencia—. ¿En que te vas a una merecidísimas y largamente pospuestas vacaciones?
—A visitar a mi primo Tom —añadió su secretario, con una expresión impasible en el rostro—, y a su esposa, a la que todavía no conozco. Y a su nuevo hijo, de quien voy a ser el padrino.
—No necesito un historial familiar —el duque le cortó—. Más vale que te marches hoy, Bjorgman, o te perderás el bautizo.
—Se lo agradezco mucho, Su Excelencia —comentó Bjorgman mientras su señor se volvía y atravesaba la habitación—. No olvidaré este favor que me ha hecho.
—¿Te ocuparás del otro asunto antes de marcharte? —le pidió el duque, mirando hacia atrás desde el umbral de la puerta—. Dejé instrucciones de que iba a ir a Wollaston esta mañana.
—Me encargaré de ello, señor —afirmó Bjorgman, eficiente.
El secretario pensó que su señor debía de ser mucho más discreto que la señora. No había surgido ni el más leve rumor de escándalo en el piso de abajo sobre su relación con la institutriz, la puta de Londres. Aunque por supuesto el mozo había afirmado que los dos se habían pasado una hora cabalgando juntos la mañana anterior, una afirmación que parecía confirmarse por el hecho de que le habían encargado que equipara a la institutriz con ropa de montar y botas.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...