Elsa vio que Su Excelencia la miraba mudo e impaciente cuando llevó a una reticente Lady Arianna a los establos después de desayunar. El duque tenía la bota apoyada en el travesaño interior del cercado, y se golpeaba rítmicamente en la pierna con la fusta. Llevaba la cabeza descubierta y tenía un aspecto muy sombrío y adusto con su abrigo de montar negro.
—Ah, por fin has llegado —exclamó, bajando el pie al suelo.
Elsa hizo una reverencia y soltó la mano de lady Arianna, tras lo cual se volvió otra vez hacia la casa.
—¿Puedo montar contigo a Aníbal, papá? —pregunto la niña.
—Tonterías —respondió él impaciente—. De ese modo nunca aprenderás a montar, Arianna. Tienes cinco años Ya es hora de que montes sola. ¿Adonde va, señorita Arendelle?
—A la casa, Su Excelencia —contestó la institutriz, volviéndose otra vez—. ¿Desea que haga algo más?
El duque la miraba molesto.
—¿Dónde está su ropa de montar? —preguntó mirando la capa y el vestido de algodón verde claro que llevaba debajo.
—No tengo, señor.
—¿Botas?
—No, Su Excelencia.
—Entonces por hoy tendrá que arreglárselas como va vestida —explico él—. Preséntese en la oficina de Bjorgman mañana por la mañana. Habrá hecho los preparativos para que le tomen las medidas en Wollaston para el traje y las botas.
Mirando por encima del hombro del señor, Elsa vio que había dos caballos y un poni, todos ensillados, trotando por el cercado bajo el cuidado de un mozo. ¿Y ella también podría montar? De repente el día de su indulto temporal se había convertido en algo nuevo y maravilloso. De repente parecía que el sol había salido de entre las nubes.
—No me diga que también le dan miedo los caballos. —El duque mantenía la expresión ceñuda.
—No, Su Excelencia. —Elsa no pudo reprimir una sonrisa. Levantó la vista hacia las nubes y sintió que la bañaba la luz del sol. Habría dado un giro de alegría si hubiese estado sola—. No, no tengo miedo de los caballos.
—Montaré con usted, señorita Arendelle —anunció Lady Arianna.
—Montarás sola —afirmó su padre—. Ese poni es demasiado sumiso y afable para derribarte, aun en el caso de que se le pasara por la cabeza. Montarás a mi lado y yo sujetaré la rienda principal. La señorita montará al otro lado. Estarás tan segura como en tu propia cama.
Elsa se agachó y puso las manos frías de la niña en las suyas.
—Montar a caballo es la sensación más maravillosa del mundo —le explicó—. Estar en lo alto del lomo de un animal que se mueve de manera mucho más segura y rápida que nosotros... No existe una sensación más fuerte de libertad y alegría.
—Pero mamá dice que podría romperme el cuello —gimió Lady Arianna—. Quiero quedarme aquí con Pequeñita.
—Se puede romper el cuello si monta de un modo temerario —le explicó Elsa—. Por eso su padre va estar con usted, para enseñarle a montar como Dios manda. Él no dejará que se caiga, ¿verdad? Y yo tampoco, ¿verdad?
Lady Arianna seguía teniendo reservas, pero permitió al duque que se la llevara en brazos al cercado y la sentara en la sillita en el lomo del poni. Elsa hizo una seña al mozo para que le ayudase a subir al lomo de la yegua marrón de pelo lacio y brillante.
Los tres empezaron a desplazarse lentamente por la zona de césped de atrás durante casi media hora. Lady Arianna iba flanqueada por el duque en un lado y Elsa en el otro. El terror fue desapareciendo gradualmente del rostro de la niña. Para cuando volvieron a los establos, estaba sumamente contenta por la sensación de triunfo, y en voz alta quiso saber si el mozo al que su padre había llamado la había visto.
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La perla secreta (Adaptación Jelsa)
RomansaElsa ha caido lo mas bajo a lo que puede llegar una joven bien educada como ella en la Inglaterra victoriana. Obligada a vender su cuerpo en las calles, se entrega a un hombre en una sordida posada, un caballero apuesto y de espiritu atormentado. Pe...