Capítulo 15 (Parte 1)

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El duque de Ridgeway pensó que el baile había sido una buena idea. La mayoría de los invitados parecían estar pasándoselo bien, y desde luego era preferible a otra noche de charadas. La música era animada. La señorita Dobbin tocaba de una manera aceptable y Elsa Arendelle tocaba bien. Y ésta última no parecía haber lamentado en absoluto que le pidieran que tocara.

Habría sido una buena noche si todo el mundo se hubiese quedado en el salón para disfrutar del baile y de la compañía de los demás. Pero como siempre parecía ocurrir en los bailes y danzas, por informales que fueran, acababan desapareciendo parejas.

Él no quería preocuparse por el hecho de que Mayberry se hubiese retirado con la señora Grantsham, aunque le molestaba que la gente pudiera comportarse con semejante falta de decoro en las casas de los demás y bajo la mirada de complicidad de los criados de los otros. Pero se preocupaba por Toothie y Aster, y también por Elsa y Brockehurst.

Toothie y Aster habían desaparecido media hora. Y el duque se encontraba dividido entre el deseo de quedarse en el salón para hablar y sonreír a sus invitados y bailar con las damas y la necesidad de ir en su busca y traerlos otra vez al salón antes de que inevitablemente se empezara a murmurar sobre ellos.

Pero puede que ya hubiera ocurrido. No ocultaban su mutua preferencia. ¿Y aquella era su preocupación principal, el cotilleo? ¿Estaba dispuesto a observar todas las señales de que se había reanudado la aventura entre su mujer y su hermano a condición de que fueran discretos?

Y luego Elsa Arendelle salió de la habitación con Brockehurst, y su preocupación aumentó. El duque le había prometido que en su propiedad y bajo su protección estaría segura. ¿Pero acaso la estaban acosando? Sonreía cuando salió de la habitación, y no había habido pruebas de que la estuvieran coaccionando. Puede que estuviera disfrutando del hecho de poder mezclarse con los invitados, de bailar con uno de ellos, de que la hubieran elegido y estuviera recibiendo más atenciones personales todavía.

Pero también recordaba el terror que había mostrado la primera noche que se había fijado en Brockehurst. El hecho de que ambos afirmaban que sólo se conocían un poco, pero él la había llamado Isabella. Y el hecho de que él era el propietario de Heron House y ella había vivido en un lugar llamado «Her...»

El duque observó a los caballeros elegir pareja para formar una cuadrilla, se aseguró de que ninguna dama que pareciera deseosa de bailar se quedase sin acompañante, y salió sigilosamente de la habitación.

No había nadie en la entrada principal. Los lacayos se habían retirado. Pero oyó voces al entrar. ¿Venían de detrás de una de las columnas? ¿De los arcos que conducían a las escaleras? Se paseó en silencio, pero no se veía a nadie. Y las voces cesaron. Puede que se las hubiera imaginado. Las puertas que conducían al salón y a la galería alargada estaban cerradas.

Pero por fin cayó en la cuenta del lugar de donde procedían, y permaneció en mitad de la entrada resistiendo el impulso de mirar hacia arriba: venían del viejo escondite que Aster y él habían utilizado incontables veces de jovencitos. Se dedicaban a echarse en el suelo para observar a los que llegaban, se burlaban de las conversaciones de los lacayos cuando creían que estaban solos e imitaban los sonidos de los búhos intentando asustar a esos mismos lacayos.

Debían de ser Aster y Toothie. ¿Debería mirar hacia arriba?

El enfrentamiento habría de tener lugar. Pero preferiría aplazarlo hasta un momento en el que no tuviera que volver a entretener a sus invitados inmediatamente después.

¿Y qué ocurría con Elsa Arendelle y Brockehurst? Habían ido a la galería alargada la última vez que habían estado juntos, aquella noche que había terminado de un modo muy dramático. Cruzó la entrada hasta la galería, abrió la puerta y entró.

La perla secreta (Adaptación Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora