Capítulo 13

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Aquella noche decidió cenar prácticamente nada. Un pequeño y rápido sandiwch de palta y huevo fue lo único que ingirió. Sonreía con todo su cuerpo y a la vez temblaba de miedo, nervios, angustia.

No podía dejar de pensar en que en algunos días iba a tener a Juan Pedro enfrente otra vez.

Desde que aquel mensaje invitándola a tomar algo había iluminado la pantalla de su celular, había actuado impulsivamente. Si bien había meditado demasiado qué le iba a responder, ahora que debía dormir se sentía rara nuevamente.

Miles de escenas se crearon en su mente y tal vez existía la posibilidad de que el quisiera verla porque aún sentía cosas por ella. Hacía un rato largo que habían dejado de hablar porque Juan Pedro tenía que jugar a la play, algo que Mariana comprendía después de conocerlo tanto.

Con la imagen de su ex novio gritándole a los hombres virtuales que perseguían una pelota, se quedó dormida.

Al día siguiente, se levantó cerca del mediodía, hora en la que tenía que partir hacía la facultad. Rápidamente metió los libros en su mochila, se puso algo cómodo y abrigado, y partió.
Aún le quedaban cigarrillos, por lo que prendió uno mientras caminaba a la parada del colectivo.

Este día era igual a todos y diferente al resto. Seguía analizando a los peatones pero sonreía ante la mera posibilidad de que estos estuvieran enamorados. De alguna manera, creía en el amor otra vez. Aunque por momentos se golpeara la cabeza contra la ventanilla del transporte público y aquello la hiciera salir de su fantasía romántica, quería creer en el amor.

Era el sentimiento más peligroso y adictivo de todos. Mariana sentía que no podía vivir sin amar y menos sin ser amada. En algún punto de su ser, creía que la única forma de sobrevivir a las adversidades era demostrando amor, independientemente de qué tipo de relación fuera.

Llegó a la facultad justo a tiempo y allí la esperaba Fátima. Se sentó junto a ella y le susurro al oido que esa noche debían juntarse a dormir, si o si. Como su amiga sabía de qué se trataba, canceló inmediatamente sus planes y le propuso juntarse en su casa.

Mariana creía que era lo mejor, porque si debía hablar de Juan Pedro en la misma habitación que tanto lo había llorado; y luego había vuelto a sonreír por él, se volvería loca.

El día de cursada fue leve a comparación de otros. Luego de conversar un rato en el hall de la facultad, Mariana, Candela  y Fátima se dirigieron a la casa de esta última.

Si bien Fátima era la mejor amiga de Mariana, con Candela tenía una relación excelente. Confiaban mutuamente en la otra y siempre se sostenían en los peores momentos.

Mientras se trasladaban en colectivo hasta aquel departamento, Mariana revisó su celular esperando tener un mensaje de su ex novio. Pero no había nada. El último era uno de ella, diciéndole que más cerca del domingo hablaban para verse y que le deseaba un buen descanso.

Sin embargo, aquello no la afectó. Siguió conversando con sus amigas hasta que bajaron del transporte público. En el kiosco de la esquina, compraron unas cuantas cervezas, más cigarrillos y algunos chocolates. Luego encargarían tres pizzas y tal vez helado. Iba a ser una larga noche y ellas no conocían una mejor forma de atravesarla que con comida.

Apenas se instalaron en el departamento de Fátima, esta le insistió a Mariana que comience a hablar. La tomo por sorpresa, pero sabía que lo mejor era quitarse de encima lo que sentía para que luego pudieran comer, seguir hablando y divertirse.

Abrieron algunas latas de cerveza y Mariana comenzó a relatar los hechos. Comenzó por el nombre de Juan Pedro en la gacetilla; siguió por la iniciativa de él; continuó por el perdón que ella le había mandado y finalizó en el domingo.

InsostenibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora