Capítulo 23

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Se había quedado en el mismo sitio en el que había escuchado la voz de Julieta -sin saber quién era- por el altoparlante de su celular. El maquillaje se le había corrido completamente y ni si quiera era consciente del estado que tenía la comida; probablemente estaba horrible a esta altura.

Sentada en el piso, miraba cómo la pantalla de su celular se iluminaba con las iniciales JPL y el icono de llamada. Desde que sintió como su corazón se partía en mil pedazos, Juan Pedro la habría llamado unas doce veces. No iba a atenderlo y tampoco quería saber más nada de él. 

Había pasado meses sintiéndose una estúpida enamorada de alguien que no la quería y se lo restregaba en la cara cuando tenía la posibilidad. Pero ahora, la humillación le corría por las venas y golpeaba cada rincón de su cuerpo. Los malos recuerdos se clavaban en su mente como si fueran aguijones y no soportaba la tristeza.

Durante una semana vivió en un mundo de fantasía y realidad a la vez, porque los ojos de Juan Pedro no mentían. Pero todo aquello de lo que Lali se había agarrado ya no existía: con tan solo unas palabras había desaparecido y comenzaba a caer otra vez. El dolor se intensificaba con el paso de los minutos y cada llamada que recibía de él despertaba en ella repudio, ira y más humillación.

Continuaba sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en sus manos cuando el timbre la sorprendió. Un escalofrío recorrió su columna y de un salto se levantó a atender el portero; habían presionado el botón aproximadamente siete veces en menos de quince segundos. Su cuerpo terminó de estremecerse cuando escuchó la voz ronca de Juan Pedro del otro lado del tubo. Jamás se hubiera imaginado que iría a verla.

-¿Hola? - dijo Lali con un tono que reflejaba su incertidumbre.

-La.. Lali, soy yo, Juan Pedro, abrime por favor - soltó él.

- ¿Qué hacés acá? - respondió secamente. Su voz se endureció al saber que era él.

-Abrime, por favor. Dejame explicarte, nada es como pensas - lanzó Juan Pedro suplicando.

(***)

Luego de rogarle a Lali que bajara, no recibió respuesta. Continuó hablandole al portero por si ella seguía del otro lado y estaba escuchando. Habló aproximadamente cinco minutos y se dio cuenta de que no había receptor de sus explicaciones. Pateó el suelo y estuvo a punto de estrellar la botella de vino contra el piso, cuando sintió el que la puerta del ascensor se abría y la pequeña figura de Lali aparecía.

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando la vio, pero comenzó a volverse una línea recta al percibir la tristeza en ella. A pesar de estar separados por unos cuantos pasos y una puerta, Juan Pedro distinguió los rastros de llanto en su rostro y el maquillaje semi arreglado. La conocía demasiado como para que pudiera disimular su angustia.

Una pequeña punzada de culpa se abrió paso en su interior. No soportaba lastimar a Lali -más todavía- y quería arreglar la situación. Sin embargo, no sabía como hacerlo sin arruinarlo por completo. No conocía a esta nueva Lali y tenía miedo de que lo que alguna vez le había permitido entrar  en ella, ya no funcionara; pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario.

Cuando ella abrió la puerta, se limitó a quedarse a un costado para darle espacio a Juan Pedro y que este ingrese. Eran casi las doce de la noche y solo se podía escuchar el ruido de los autos circulando a lo lejos. El edificio estaba construido de cemento y silencio.

Apenas escuchó el ruido de la cerradura, volteó a ver a Lali, que estaba de brazos cruzados apoyada en el inmenso vidrio que separaba el interior del exterior.  Su mirada estaba dirigida a sus zapatillas y eso le dio a entender a Juan Pedro que esperaba una explicación; incluso, que iban a hablar en el hall del inmueble.

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