Capítulo 40

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La suavidad de las sábanas negras le provocó cosquillas en la yema de los dedos debido a los movimientos circulares que ejecutaban sus manos. Mordiéndose un labio sin ser vista, le dirigió la mirada a la espalda de Julián; era tan suave como el lugar donde estaban recostados y los músculos marcados le generaban deseos de clavar sus uñas allí. De nuevo.

Por primera vez había amanecido en la cama de alguien que no fuese Juan Pedro y no se arrepentía en lo más mínimo. De la espalda dirigió sus ojos a la habitación que estaba iluminada tenuemente por la luz del sol, la cual se colaba por el diminuto espacio que le dejaba la persiana. Las paredes estaban pintadas de azul claro, haciéndola parecer más grandes de lo que era. Algunos cuadros de bandas de rock internacionales adornaban el lugar y en una de las esquinas reposaba una gran guitarra. No sabía como había pasado por alto aquel objeto que tanto le gustaba tocar, pero allí estaba. 

Volvió sus ojos a la anatomía de quien tenía delante, suspiró e intentó buscar remordimientos dentro de sí misma, como si fuera un arma homicida que debía encontrar para resolver el caso. Lo único que halló fue satisfacción de haber hecho lo que quería  y en ese instante, una tímida sonrisa se dibujó en su rostro recordando la noche anterior.

Había tirado el celular segundos después de haberle enviado el mensaje de cumpleaños y luego, se había colocado encima de Julián para continuar lo que él había comenzado minutos atrás. Aquella acción en una primera instancia, había sido generada para estar lo más lejos posible de Juan Pedro, como si perderse en los labios de otra persona fuese a borrarlo de su mente. Sin embargo  a medida que Julián recorría su cuerpo, quiso dejarse llevar y comenzó a disfrutarlo por ella misma. Entre besos y ropa que caía al piso, entendió que durante largos años había basado sus actitudes en quien más había amado, no en ella. Sumida en las caricias, sintió como su mente se iluminaba y comprendía el por qué de tanto sufrimiento: había vivido para amarlo y olvidarlo, no para ser feliz.

Con dos movimientos habían dejado atrás el sillón para pasar a la habitación y allí, ambos habían hecho disfrutar al otro. El miedo de no gustarle a alguien que no fuese Juan Pedro fue sumergiéndose en las profundidades de su seguridad; se sentía tan suficiente que llevó a cabo todos los actos que tuvo en mente. 

Lali acercó sus yemas a los tiesos omóplatos de su acompañante y antes de tocarlos, una pequeña corriente recorrió sus extremidades provocando aquella sensación de adrenalina romántica que necesitaba sentir. Apoyó dos dedos y comenzó a trazar un camino a lo largo de su columna. Julián se estremeció ysalió del profundo sueño en el que estaba para voltearse y encontrar a una Lali curiosa por su cuerpo.

Pero que linda manera de empezar el día - lanzó acomodándose a su par, sonando un tanto cursi - Buen día linda - continúo esbozando una sonrisa que se transformó en bostezo.

- Perdone la curiosidad señor, fue su espalda - bromeó Lali intentando camuflar lo sonrojada que estaba por aquel "linda". Así le decía Juan Pedro y cuando su acompañante escupió la palabra, creyó que iba a sentirse culpable. Nuevamente no encontró signos negativos, solo una sensación extraña pero agradable. - Buen día para vos también.

¿Hace mucho que te levantaste? Perdón si dormí demasiado - preguntó él apoyándose en un brazo.

- Naaaaa, hará diez o quince minutos - respondió Lali - Ahora que te levantaste voy a ir al baño, permiso - soltó pasando por encima de él.

Julián la atrapó y quiso darle un beso. Sin embargo, ella comenzó a chillar que debía lavarse los dientes y ante una pequeña escena, la dejó ir. Abrió la puerta y luego de higienizarse se miró al espejo. Esa joven de 22 años no era quien había imaginado ser: tenía rastros de tristeza y desamor por todo el cuerpo, incluso luego de haber sido tocada por alguien más; pero entre aquellas marcas divisaba su fortaleza. Sonrió a su reflejo y salió del cuarto, dirigiéndose al living para buscar su celular.

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