Capítulo 41

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La profesora ingresó al aula con un pequeño maletín negro que arrojó sobre el escritorio con la suficiente fuerza como para captar la atención de los alumnos. La tercera semana de clases transcurría con normalidad y septiembre comenzaba a ser el escenario de la historia que surgía entre Lali y Julián.

Pese a haber entrado en el mes primaveral, los árboles continuaban desnudos y el frío dejaba las mejillas rojas en algunas ocasiones. En algunas calles aún había hojas secas amontonadas en los lugares donde nadie pisaba, como si fuesen la basura que dejaba atrás el crudo invierno. Sin embargo, los rayos de sol lograban equilibrar el ambiente y si se pasaba un buen rato debajo de ellos, el rostro incrementaba su temperatura. La sensación era agradable y Lali se sentía a gusto con el cambio de clima. Si bien la primavera no era su estación favorita, las tardes en los parques la llenaban de entusiasmo.

El golpe contra la madera fue la señal que Lali estaba esperando para enviar los últimos mensajes y guardar el teléfono en su mochila, como si el ponerlo allí le permitiese concentrarse en la clase. Su mente estaba desviada hacia otra cosa, o mejor dicho, otro alguien. Pese a haber visto a Julián la noche anterior,  su cuerpo lo extrañaba. Cuando estaba con él lo negativo que tenía en su ser se desvanecía como si él fuera el mejor mago del mundo y su ansiedad fuera el conejo que guardar en la galera.

Además de estar fascinada con el nuevo chico, también sentía culpa y enojo consigo misma. El cargo de consciencia lo tenía a Juan Pedro como principal reflejo: se odiaba por estar disfrutando con alguien más cuando sabía que él estaba completamente destrozado. En algunas ocasiones, lo miraba a Julián con deseos  de abalanzarse sobre él y la carta explicándole que necesitaba tiempo para sanar sus heridas hacía eco en su cabeza; pero en el fondo, sabía que no le debía explicaciones a nadie. Se merecía ser feliz.

Sin embargo, las noches que pasaba sola en su habitación deseando que Julián apareciese en su puerta para compartir una serie, película o simplemente una conversación, su consciencia le recordaba que no debía depender de nadie. Le había costado demasiado tomar la decisión de alejarse de quien había sido el gran amor de su vida y no podía volver a sufrir; por nadie. Luego, su misterioso vecino le enviaba un mensaje contándole que había escuchado una canción que le había recordado a ella y caía a sus pies. Era débil cuando se trataba de amor.

-Baja de las nubes salame - le dijo Fátima en un susurro - Después no entendés nada y eso significa que yo tampoco.

-Shhhh, callate - respondió Lali empujándola para que voltee a hacía el frente nuevamente y no pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro. Su amiga era lo mejor que le había dado la facultad.

-Espósito - gruñó la profesora - ¿Algo que compartir con la clase? Veo que no aguanta sin hablar ni media hora eh.

-No profe, disculpe - respondió Lali decidiéndose entre la vergüenza y el respeto. Sus mejillas se pintaron de rojo y sintió como el corazón le latía en todo el cuerpo. Era inusual que le llamarán la atención y lo que menos quería era llevarse mal con esta docente. Cuando salieran del aula, Fátima se llevaría un comentario lo suficientemente sarcástico como para que se ruborizara tanto como ella.

La clase terminó dos horas más tarde y aún le quedaban por cursar tres. Sentada en la cafetería de la universidad, soltó un bufido mientras esperaba que sus amigas le trajeran la pequeña merienda: dos medialunas con café con leche.  Se había ubicado en uno de los sectores más codiciados por los estudiantes y por eso estaba guardando los lugares: sillones forrados en cuero negro con vista al patio del recinto.

Mientras esperaba, cayó en la cuenta de que solo le quedaban tres cuatrimestres para finalizar su carrera. En cuatro meses obtendría un título intermedio y podría comenzar a elaborar sus proyectos respaldada de aquel papel tan necesario. La nostalgia se hizo presente en su corazón y le dio una mirada repleta de agradecimiento a aquel lugar repleto de mesas blancas y sillas de plástico.

InsostenibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora