Capítulo 28

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Lali había llorado demasiado y Juan Pedro solo podía limitarse a abrazarla. Ninguno de los dos comprendía con exactitud lo que había sucedido ni por qué no podían despegarse frente a la particular situación. 

De estar inmersos en las sábanas y tener los cuerpos fundidos en uno, pasaron a tener el corazón del otro en las manos pero con una pequeña diferencia: él era consciente de que lo hacía; ella no tenía ni la más mínima idea y por eso sufría tanto.

Se quedaron abrazados en la penumbra hasta que el llanto de Lali cesó. Sobando su nariz y sin mirarlo, se levantó, tomó la primera prenda que encontró en el camino y se dirigió al baño. Cuando prendió la luz, se miró al espejo y las líneas que habían trazado sus lágrimas estaban presente en cada centímetro de su rostro. No entendía por qué se le hinchaba tan rápidamente la cara y eso la hacía sentir aún peor. 

Mientras se limpiaba la nariz y enjuagaba con agua sus mejillas, trataba de desmenuzar lo sucedido y la gran mezcla de pensamientos que tenía en la cabeza. 

En primer lugar, recordaba lo bien que estaban antes de que ella dijera las dos palabras que connotaban un sin fin de cosas para ambos; desde largos años como amigos, a ser lo más lindo en la vida del otro y hasta una ruptura increíblemente dolorosa. Perdón, reconciliación, esperanza, ilusión y deseos de compartir eran algunas de las cosas que Lali había conjugado en aquellas sílabas.

En segundo lugar, por momentos la tristeza pasaba a otro plano y percibía un gran enojo. La furia le corría por el cuerpo igual de rápido que la ansiedad y la angustia. Le había dicho te amo y él no lo había correspondido. Estaba enojada con ella misma por ser tan estúpida y creer que la iba a amar luego de tanto. Se sentía insuficiente y rechazada, dos emociones que había tenido que soportar durante el período inicial de ruptura. De alguna manera, sus células volvían a percibir lo mismo que en aquellos días y eso la atemorizaba.

En tercer lugar, no podía obligarlo a amarla. Sin embargo, su cabeza no lograba comprender por qué no le correspondía el te amo. Si lo demostraba cada vez que le llevaba el desayuno a la cama, que la escuchaba hablar de la facultad o incluso le tomaba lección por horas; cada vez que la miraba, sus ojos le decían te amo. Estaba segura de que no se había inventado el amor que él le tenía. Necesitaba entender por qué, pero ya no podía preguntar más.

Se sentó en el suelo de espaldas a la puerta. Puso su cabeza entre las rodillas para tranquilizarse y volver a la habitación. Tenía que poder controlar los pensamientos que le susurraban que era la culpable de haber arruinado nuevamente el vínculo que tenía con él; que jamás iba a amarla porque no era suficiente y que ella merecía más. Más que alguien que luego de dos años aún no sabía si la quería o no.

Luego de estar aproximadamente diez minutos en el baño, se levantó y dio unos cuantos suspiros. Quería irse a su casa para estar sola, pero también necesitaba estar con él otra vez. Solo buscaba sus abrazos y nuevamente la ironía se apoderó de ella: quien la lastimaba era quien podía hacerla sentir mejor. Aunque también, era consciente de que ella era la culpable en todo esto.

Se sentía desnuda y no por qué la hubiera acariciado hasta en los lugares que ni ella conocía, sino porque le había abierto una puerta a su debilidad sin querer hacerlo. Había llorado frente a él después de muchísimo tiempo y durante su larga relación, pocas veces se había demostrado así de vulnerable. Juan Pedro había calmado sus crisis más espontáneas y sinceras, pero jamás la había escuchado suplicarle amor. 

El haberle suplicado amor era lo peor que había hecho. Había pateado todo el aprendizaje al que se había visto empujada cuando el la dejó y nuevamente dejaba todo por Juan Pedro. Aquello no le gustaba en lo más mínimo, porque ya no era la misma de antes. 

InsostenibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora