Capítulo 24

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El sol se coló por las endijas de la persiana de Lali dándole a la habitación un aspecto cinematográfico. El amarillo de los rayos cargados de luz hacía brillar todos los objetos que iluminaba, desde los más grandes hasta los más pequeños.

Debajo del ventanal, dos platos con restos de pan rallado y queso derretido reposaban en el escritorio. A los restos de la cena, los acompañaban algunas latas de cerveza abolladas y dos copas de cristal con gotas color uva. La botella de vino, mejor amiga de la mano de Juan Pedro, estaba casi vacía y entre tanto desastre, el corcho se había perdido.

A un costado, yacían los dos cuerpos enredados. Juan Pedro ocupaba casi toda la longitud de la cama a comparación de Lali, que aún seguía abrazada a él tal y cómo se había dormido. A pesar del frío que hacía en el exterior, ambos seguían desnudos bajo las sábanas, como si aquel fuera el lugar mas cálido del mundo.

La primera en levantarse fue Lali, quién tenía una especie de reloj biológico incorporado alrededor de las diez de la mañana. Con suavidad, se puso la remera que le había quitado de un tirón a Juan Pedro la noche anterior y fue a preparar un pequeño desayuno.

Antes de ir a la cocina, hizo una breve pasada por el baño para hacer sus necesidades. También, necesitaba acomodarse un poco el pelo, quitarse el maquillaje y lavarse los dientes. Estaba tan emocionada por servirle el desayuno antes de que se despierte que hizo todo con gran velocidad.

 Sin embargo,mientras el pan se tostaba, una mínima punzada de nostalgia se abrió paso en su interior al no recordar cuántas cucharadas de café le gustaban. Pero decidió ignorar aquel sentimiento ya que el metro setenta de su ex -ya no tan ex- novio estaba durmiendo en su cama. Habían quedado en hablar al día siguiente, con más tranquilidad y no tantas ganas reprimidas. 

Preparó tostadas untadas con dulce de leche y queso blanco, algo que recordó que les gustaba comer demasiado. También, exprimió algunas naranjas para llevarle un pequeño vaso de jugo y todo aquello acompañado de las dos tazas de café con leche. 

Cuando llegó a la habitación con la bandeja, Juan Pedro dormía boca abajo. Quería despertarlo para darle el desayuno así luego podían continuar con sus días; no recordaba si él tenía que asistir a algún lugar, pero ella antes de la una tenía que estar de camino a la facultad. Sin embargo, al ver los lunares de su espalda se quedó parada contemplándolo. 

Luchaba con las ganas de meterse en la cama y dejarlo dormir, pero definitivamente el deseo le ganó. Con extremo cuidado y suavidad, comenzó a darle besos en la espalda, acción que tardó diez segundos en levantar a Juan Pedro y veinte en tenerlo boca arriba, tal y como quería.

No era una costumbre para ella tener relaciones apenas se levantaba, pero no podía controlar su cuerpo. Se sentía ajena a sí misma, pero en algún punto le gustaba. Él, por su parte, quería recorrer cada centímetro que quedaba de ella. Había conocido su pequeño -pero poderoso- cuerpo de memoria y aunque aún no sabía si era eso lo que buscaba a la larga, por el momento era su necesidad.

A diferencia de los dos encuentros anteriores que habian tenido durante la noche, el tercero estuvo repleto de gestos cariñosos. No solo miradas, sino caricias y palabras. Ninguno se cuestionó el por qué, pero Lali creía que el haber dormido juntos significaba demasiado.

Para ella, era más intimo el hecho de pasar la noche abrazados que el tener relaciones sexuales. Desde su separación, lo había intentado una sola vez y había fracasado. Cuando el chico con el que estuvo se marchó a la mañana siguiente, pasó horas llorando en la ducha arrepintiéndose.

Pero con él, todo era diferente. Aunque quería hablar de cómo se sentía, estaba demasiado perdida en sus ojos y en el fondo sabía que no quería regresar.

Cuando terminaron de desarmar la cama -otra vez-, las infusiones estaban heladas. Pero compartieron las tostadas y el pequeño vaso de jugo. Lali insistió en preparar más café o bien en hacer otra bebida, pero él no quería que saliera de la cama.

 Estaban viviendo en un pequeño mundo de fantasía que estaba a punto de finalizar debido a los horarios de Lali y Juan Pedro sabía que esto no podía volver a suceder sin antes aclarar su mente. La había visto llorar por él la noche anterior y se negaba rotundamente a lastimarla otra vez. Aunque, a pesar de sus esfuerzos, era consciente de que todas sus acciones podían hacerlo. Pero tampoco quería pensar.

Estuvieron revolcándose en la cama hasta las doce y media, horario en el que pese a las risas, los besos y las insistencias de Juan Pedro, Lali se levantó. Mientras se cambiaba, él se dedicaba a lavar los platos de la noche anterior. Por un momento, parecía que el tiempo no había pasado y continuaban siendo la misma pareja sólida de siempre. 

Cuando Lali finalizó, eran la una en punto. La casa estaba medianamente ordenada, los utensilios limpios y la cama perfectamente tendida por él. Existía en el aire una pequeña incógnita de cómo se despedirían, si arreglarían para verse al día siguiente o incluso la misma noche. Lali estaba nerviosa y sonrojada; Juan Pedro estaba ansioso y no paraba de sonreír.

Cómo ella debía tomarse un colectivo que iba en dirección contraria a la casa de él, esperaron juntos en la parada y luego Juan Pedro se tomaría un taxi hasta su departamento.

No había revisado su celular desde el momento en el que Lali le había abierto la puerta. Aquello le connotaba dos cosas: en primer lugar, cómo volaba el tiempo si la tenía a su lado. En segundo lugar, cómo todo pasaba a un segundo plano cuando la tenía cerca.

Eran demasiados descubrimientos, sensaciones y emociones para asimilar en tan poco tiempo. Y también, lo sucedido con Julieta.

Al abrir WhatsApp, se encontró con algunos mensajes del Chino, grupos familiares y del trabajo.

Julieta también le había escrito algunos mensajes, todos en diferentes horarios y la noche anterior. En los dos primeros, le decía que haberlo conocido era lo peor que le había pasado; tercero y cuarto que había llegado bien a su hogar; quinto, sexto y hasta un décimo, explicándole que ya estaba en sus cabales y que la disculpara.

Juan Pedro tenía mucho que resolver y tal y como lo había hecho antes, se refugiaría solo en su hogar. No tenía que asistir a ningún programa aquel día, por lo que iba a dedicarse a comenzar un pequeño proyecto en su hogar. Quería tomar la cámara y grabar lo que fuera para así poner su imaginación a volar.

Tal vez volvería a ver a Lali aquel dia o no, pero quería asegurarse de tener tiempo a solas consigo mismo y aclarar al menos un poco su situación sentimental.

(***)

Lali llegó a la facultad con una sonrisa inmensa. Fátima estaba esperándola en la puerta finalizando un cigarrillo y apenas la vio, se le abalanzó.

-Contame todo YAAAAAAAAA - gritó provocando que todos los presentes las mirarán - Mira la cara de garchada que tenés amiga - dijo por lo bajo.

-SHHH CALLATE - respondió Lali entre risas - ¿Tanto se me nota? - preguntó llevándose la mano a la boca.

- Yyyy yo te conozco gila, hace meses que no te veo tan radiante ahre - comentó Fátima mientras caminaban hacia el aula - Quiero detalles de todo y es urgente.

Con el poco tiempo que tenían antes de ingresar a clases, Lali le explicó lo sucedido. La cena, Julieta y aquel escándalo, los besos en el hall y lo que había sentido estando con él las tres veces. Con cada palabra que articulaba su boca se ponía un tanto más colorada, pero trataba de disimularlo con chistes y bromas en el medio.

Cuando finalizó el diminuto racconto de los hechos, Fátima la abrazó y le expresó su opinión acerca del tema. Sin embargo, se vieron interrumpidas por la profesora y debieron ingresar a clases.

Lali se sentía llena de vida, como nunca antes. Y aquello la asustaba tanto como el estar triste. Sabía que la luna de miel que vivió la noche anterior podría quedar en la nada, pero se aferraba a la ilusión de que no seria así.

Mientras tomaba apuntes, el recuerdo de Juan Pedro sobre ella se abrió paso en su mente y continuó toda la clase fantaseando con volver a tenerlo solo para ella.

Se había quemado como nunca antes y a pesar de la preocupación, lo estaba disfrutando como nunca.

InsostenibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora