Capítulo 29

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Lali había ido con la ropa justa para quedarse dos días, pero finalmente terminó conviviendo con Juan Pedro casi una semana. Sin saber cómo, había dejado a un costado lo que había sucedido para disfrutar al máximo de aquellas horas. No había borrado la situación de su cuerpo, pero intentaba vivir los instantes tal y como se le presentaban. 

Durante el día y parte de la noche, todo era perfecto. Reían, conversaban, él la ayudaba  a estudiar e incluso habían armado un mundial de juegos en la play para tener con qué entretenerse. Sin embargo, cuando los tenues ronquidos de Juan Pedro inundaban la habitación, sentía caer en un agujero que no tenía final.

Un agujero que solo existía en su mente, pero comenzaba a extenderse hacia su corazón y estaba a punto de ser expuesto en las ojeras de su rostro.

No lograba conciliar bien el sueño y si lo hacía, se levantaba en medio de la noche por una pesadilla. Miraba el techo para intentar concentrarse y volver a caer rendida, pero no lo lograba. De los seis días que estuvo, cuatro se durmió mirándolo a él con pequeñas lágrimas en sus ojos. La bronca contra si misma había despertado en el mismo instante en el que le había preguntado tres veces si la amaba. Ahora, compartiendo la cama y demasiadas cosas más, no tenía palabras para describir cuán estúpida era.

Sentía que el corazón le quemaba con cada latido y no podía comprender cómo podía aguantar tanto. Durante los momentos de insomnio -lucidez- se prometía a si misma hablar con Juan Pedro y expresarle su dolor. Decirle que esto era algo que no podía controlar y que se merecía estar con alguien que la valorara lo suficiente; también, en una relación que tuviera dirección hacia el futuro.

Pero luego se despertaba con aquella sonrisa hipnótica, la profundidad de sus ojos verdes, unos cuantos besos y todo lo negativo que había logrado crear desaparecía. Los argumentos sólidos y las palabras que había memorizado para decir de borraban  como si fuera mentira. Él era su debilidad y ella se odiaba por eso.

No era ingenua, sabía que estaba con la mano dentro del fuego y poco a poco su cuerpo entero comenzaría a arder. Era consciente de que la felicidad de aquellos días era efímera porque interiormente estaba destrozada y suponía que en algún punto, Juan Pedro reconocía que estaba actuando casi todo el tiempo. Nada estaba bien.

Entre todos los pensamientos que experimentaba en su cabeza, a veces sentía que era una exagerada. Creía que tal vez era una drama queen y que de una situación que podía resolver hablando hacía un mundo innecesario; por otro lado, nadie podía decirle cuanto tenía que sentir.

Juan Pedro parecía ser una calle sin salida y a pesar de que Lali supiera que solo tenía que dar media vuelta para escapar, estaba inmovilizada.  Sus pies parecían estar pegados al asfalto y a pesar de sus constantes intentos, todo era en vano. Cuando lograba despegarse un poco del cemento y comenzaba a ver lo que tenía detrás, la materia gris la aprisionaba nuevamente. Y ella no se resistía en lo más mínimo.

Aquellos días habían estado sostenidos en la ilusión de creer que podía convivir con el hecho de que Juan Pedro no sintiera lo mismo por ella. Pero en su interior sabía que aquella base no era sólida, sino que estaba compuesta de cristales cada vez más finos. La había pasado excelente con él, pero era consciente de que había sido una mentira.

Volvió a su hogar con la excusa de que necesitaba ropa limpia y buscar algunos apuntes más. Sabía que Juan Pedro no era tonto y notaba que estaba triste, pero en algún punto le agradecía que no tocara el tema de sus emociones. Si eso sucedía, iba a colapsarse.

Quería pensar y tomar una decisión. Ni ella merecía sentirse así después de haber esperado tanto el momento de volver con él, ni él  merecía a alguien que fingiera estar bien cuando sucedía todo lo contrario. A pesar de que ansiaba llegar a su departamento para llorar, cuando estuvo allí no derramó ni una sola lágrima. Se sentía vacía, llena de amor, llena de odio a sí misma y decepcionada de la situación.

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