Capítulo 38

429 28 0
                                    

Lali había dejado de creer en el destino en el instante en el que Juan Pedro había roto su corazón por segunda -o tercera- vez. Antes, era una persona que confiaba en las las casualidades y causalidades, el hilo rojo y las almas gemelas; ahora, aquellas cosas le parecían inventos de la sociedad para mitificar al amor o justificar acontecimientos que podían explicarse con la razón. 

Sin embargo, el haberse chocado -nuevamente- con el joven misterioso le generaba una sensación diferente. No sabía si era la energía que él transmitía o si se debía al desorden interno que tenía por Juan Pedro. Lo sentía y era motivo suficiente como para que su cabeza comenzara a esbozar ideas rápidamente.

Mientras los labios del chico se tensaban en una sonrisa y articulaban algunas palabras, Lali calculó cuantos hechos se habían dado para que volvieran a encontrarse de esa manera; era muy propio de ella crear grandes teorías sobre la  reacción en cadena de diferentes situaciones. Tal vez, él se había quedado sin comida, tenía una emergencia o simplemente se había atado los cordones, generando una pequeña demora que los hizo encontrarse.

También, pensaba en qué hubiera pasado si ella salía dos minutos más tarde porque se quedaba contemplando su figura en el espejo; o si le daban ganas de ir al baño mientras estaba en el ascensor. No creía en el destino, pero pensar que todo era una gran consecuencia le fascinaba.

Ese día estaba un tanto apurada ya que debía llegar a tiempo para poder comer y estudiar. Había sacado cuatro de las cinco materias del cuatrimestre y eso la hacía confirmar una de sus teorías más sólidas: cuanto más le rompían el corazón, más responsable e inteligente se volvía. Por eso, pese a sentir la extraña necesidad de hacerlo, no podía conversar con el joven al que siempre se chocaba.

-¿Será algo del destino esto de encontrarnos a los tumbos? - preguntó él.

-Soy una despistada, no tiene nada que ver el destino - respondió Lali agachándose a juntar el paquete de cigarrillos semi vacío que había volado de sus manos - Se repite la situación así que te vuelvo a pedir disculpas - concluyó mientras daba pasos hacia atrás, tratando de demostrarle que debía retirarse.

- Siempre lo mismo con vos eh, me chocas y después te vas... ¡No muerdo! - exclamó un poco más alto mientras Lali retrocedía mirándolo.

Sentía una conexión extraña hacia la misteriosa persona que tenía enfrente. A pesar de estar caminando en la dirección opuesta, no podía dejar de mirarlo: su rostro era bellisimo. Tenía la mandíbula delineada con una línea que se tensaba cada vez que palabras salían de su boca, pómulos en su justa medida y una nariz que encajaba perfecto  con sus finos labios; su cabello era oscuro y ondulado, con rizos que apuntaban en todas las direcciones.

Vestía un pantalón negro ajustado que estaba roto en las rodillas y un buzo estampado con las iniciales TPWK más grande que él. Físicamente era tan lindo que parecía sacado de una película o aún mejor, de una novela romántica.

Tenía que irse, pero una especie de magnetismo la empujaba hacia a él. Quería saber quien era, qué hacía por aquellas calles y por qué se encontraban en una situación tan incomoda como lo era el chocarse.

-Es que vos tenes una puntualidad justa para ponerte en mi camino cuando más apurada estoy - dijo ella acercándose otra vez - Pero perdón de nuevo, no va a haber tercera vez - volvió a retroceder con una pícara sonrisa.

-¡Qué lástima! - expresó él - Dicen que las terceras son las vencidas.

¿Acaso estaba tirandole onda en el medio de la calle a una desconocida? Ya nada que viniera de un hombre le sorprendía porque a la hora de chamuyar, todos eran unos descarados y no tenían ni una pizca de vergüenza. Sin embargo, no pudo evitar sonreír y contestarle. Parecía que una fuerza mayor estuviera moviéndose por ella y estaba rotundamente negada a creer en el destino.

InsostenibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora