El baño olía a perfume de noche, shampoo y humedad. Mientras terminaba de colocarse los aros, limpiaba los restos de vapor que habían quedado impregnados en el espejo. Abrió su caja de maquillaje y comenzó a retocar su rostro para que quedase presentable. Sombras tenues, labial con brillo, delineador, máscara de pestañas e iluminador fueron los elementos que necesitó para hacer realidad lo que flotaba en su imaginación.
Cuando termino de hacer el último trazo en sus ojos, miró su reflejo y se dio a sí misma la sonrisa más sincera de los últimos dos meses. Mostraba los dientes como si nunca antes lo hubiese hecho y los músculos de su cara se tensaban para adornar la expresión. Como en ocasiones anteriores, tenía una mezcla de emociones que no podía adjetivar en una sola: eran nervios, excitación, ansiedad, exaltación y hasta emoción.
El viernes estaba llegando a su fin, lo que significaba que en menos de una hora, Julián estaría haciendo sonar el timbre para que ella corriera por las escaleras y se dirigieran a destino. Allí estarían esperando sus amigas. Sumida en la montaña rusa que experimentaba en su interior, se proyectó ingresando al bar con aires de triunfo e imaginó los diálogos que tendría con ellas cuando él fuera a buscar más cerveza.
Presentarles a Julián era un gran paso. Además de la adrenalina que le producía, significaba que dejaba atrás a Juan Pedro. Tal vez por completo.
Aquella sonrisa inmensa comenzó a achicarse cuando pensó en la última vez que él la había hecho reír en ese mismo lugar. Estaban cepillándose los dientes a la par, como si fuera parte de una rutina perfectamente coreografiada y Juan Pedro había hecho de las suyas: con una mueca graciosa había provocado que Lali escupiese la pasta dental en el espejo. Como venganza, ella lo salpicó con agua y comenzó una guerra que terminó con ambos fundidos en un abrazo. "Soy tan feliz con vos", había lanzado él sin previo aviso.
Por un instante, volvió a ver esa escena frente a sus ojos y quiso retroceder el tiempo para resguardarse unos minutos más en el lugar que tanto bien le había hecho: sus brazos. Sin embargo, su racionalidad ganó la pelea y fue consciente de los pensamientos que estaba teniendo; se impulsaba a un abismo del cual le costaba días enteros salir y la única culpable era ella. Cuando estás ideas se acercaban sigilosamente, Lali quería correr dentro de sí. Podía estar días enteros sin pensarlo, pero en los instantes en los que necesitaba olvidarlo por completo aparecía. ¿Cómo podía ponerse en estás situaciones ella misma? ¿Era necesario recordarlo en cada paso que daba? ¿Se acordaría de ella? ¿La odiaba?
Sacudió su cabeza y suspiró profundamente, guardó los pinceles utilizados y volvió a colocarse perfume. Estaba lista para que su mundo eclosionara con este nuevo chico. Si bien no había aprendido a convivir con el fantasma de Juan Pedro, por esa noche borraría los recuerdos.
Se dirigió una última mirada de perdón y aceptación para borrar todo rastro de tristeza que pudiera caber en ella y como si fuera por obra del destino -en el que no creía-, el timbre sonó. "Deseame suerte", conversó con su reflejo.
Mientras bajaba en el ascensor, corroboraba que en su billetera estuviera todo lo necesario para poder beber lo que quisiera. Su idea no era emborracharse, pero deseaba divertirse un poco y últimamente solo lo lograba con alcohol. Cuando las puertas se abrieron, Julián estaba esperándola con una sonrisa tan grande que terminó contagiándosela.
-Pero que buen mozo - bromeó Lali mientras cerraba la puerta del edificio - ¿Me parece a mi o alguien se produjo bastante?
-Tengo que estar a la altura de una dama como usted - la tomó de la mano y le hizo dar una vuelta en el lugar - ¿Estoy bien? Me cambió en dos patadas sino.
-Estas reeeee bien, tranquilo. En lo que menos se van a fijar las chicas es en lo que tenes puesto - dijo con sinceridad y dirigiéndole una sonrisa aún más amplia - Además va a estar el novio de Fátima, no vas a estar solo.