La noche había terminado y ambos debían regresar a sus hogares. Por separado y sin haber cruzado demasiadas palabras en las últimas horas.
Lali se quedaba en casa de Fátima como cada vez que hacían planes para no volver sola ya que su departamento quedaba más lejos. La había pasado excelente e incluso se lamentaba el no haber salido tantas otras veces cuando tuvo la oportunidad. Sus compañeros de facultad eran super divertidos y le encantaba pasar tiempo con ellos fuera del salón de clases.
A pesar de la cantidad de horas que habían pasado riéndo, la marihuana había expuesto sus verdaderos sentimientos. Mientras el lugar le daba vueltas y se sentía sumida en una película de adolescentes, la dureza que había construido a su alrededor para protegerse del dolor que le provocaba la situación con Juan Pedro se caía. Durante una hora aproximadamente, Lali intercaló risas y llantos desconsolados. Se limpiaba los ojos y continuaba bailando, disimulándo la ansiedad que la carcomía por dentro.
Sabía que no tenía que consumir drogas si estaba mal animicamente, pero había luchado tanto por hundir sus sentimientos que hasta ella misma se había olvidado. Sus amigas y compañeras solo se limitaban a decirle que todo estaría bien, que se olvide del embrollo por esa noche y disfrute.
Aunque él le hubiera mandado un mensaje de texto diciéndole que la extrañaba, ella se sentía fatal. El rechazo que sentía de su parte estaba subiendo a la superficie como una pelota inflable, que cuanto más se empujan al interior, con más fuerza suben. No era buena disimulando y menos si estaba drogada. Su celular se lo había dado a Fátima, para evitar escribirle a Juan Pedro y decirle lo mal que se sentía en ese momento.
Por un lado, no quería arruinar su propia noche. Por otro, sabía que él estaba con sus amigos y quería que disfrutara.
Cuando llegó a casa de Fátima, le envió un mensaje para que se quedara tranquilo. No veía la hora de acostarse y dormir para olvidar todos los pensamientos que tenía. Si algo caracterizaba a Lali, era su insaciable necesidad de razonar absolutamente todo lo que la rodeaba; creía que era hora de parar.
Antes de llegar a destino, las dos amigas habían pasado por Mc Donald's para hacer el típico bajón post salida.
-Si lo hacemos, lo hacemos bien amiga - lanzó Fátima- No sabes las ganas que tenía de entrarle a una hamburguesa - dijo mientras se limpiaba los restos de grasa de la boca.
- Lo mismo digo - expresó Lali con la boca media llena - Esta buenardo esto.
- ¿Qué onda? ¿Cómo la pasaste abuela? - tiró Fátima mientras devoraba la comida - Hacía mucho no te veía divertirte y llorar a la vez.
- La pase super hasta que no tuve mejor idea que fumar. No se que quise inventar, si se que no estoy preparada para ese tipo de cosas - explicó Lali con un pequeño pero tenso nudo en la garganta - ¿Tengo que hablar con él, no? - preguntó con temor.
-Mirá amiga, vos sabes que siempre te fui sincera y nunca te juzgue pero - hizo una breve pausa para tomar un trago de Coca Cola - lo que sentís se te nota y no lo digo por conocerte. Se te nota en el ánimo, en la energía. Tenes la mirada triste aunque estés bailando por todo el lugar - lanzó con cuidado.
Aquellas palabras se clavaron en Lali como si fueran el bloque de hielo que perforó a Cristina Yang en Grey's Anatomy. Masticaba en silencio y miraba a su amiga con agradecimiento por la sinceridad.
- Perdón si fui muy dura La, sabes que quiero lo mejor para vos - volvió a decir su amiga.
-Nono, esta bien gorda. Gracias - dijo Lali secándose una pequeña lágrima - Se que lo decis con amor, pero me duele. No puedo ni disfrutar de una noche sin pensar en que no me ama pero sigue conmigo. Es muy difícil y soy terrible gila - soltó antes de ponerse a llorar desconsoladamente.