Epílogo

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Los rayos de sol se colaban entre las cortinas de fina seda de la lujosa habitación matrimonial de una joven pareja de enamorados.

Draco abrazaba a Hermione por la cintura mientras enterraba su cabeza en el suave cuello de su mujer, ella mientras tanto, acariciaba el despeinado y rubio cabello de su muy apuesto esposo, a quien a decir verdad los años le habían sentado a la perfección.

Habían comenzado a besarse con ese amor que pese al tiempo se fortalecía mas cada día, sabiendo que pasase lo que pasase estaría ahí.

En eso se oyeron varios pasitos y ellos instintivamente se separaron un poco para no traumar a los pequeños.

Draco abrazo a su esposa y ella recargo su cabeza en el pecho de su marido.

De pronto dos cabecitas rubias y una de cabello castaño saltaron a la cama de sus padres, ellos les acogieron mientras les daban un dulce beso a cada uno.

-Buenos días mis amores. -dijo Hermione dándoles un dulce beso a cada uno en su frente.

-Buenos días mami. -dijo el pequeño Scorpius quien era el mayor, contaba ya con cinco años de edad, era un niño muy hermoso de cabello rubio y ojos grises al igual que su padre, se notaba que seria un rompecorazones. Y ya había empezado a serlo, ya le había roto el corazón a por lo menos cinco niñas del jardín de niños al que asistía, era un Malfoy, un altivo y orgulloso Malfoy pero con un buen corazón como sus padres y abuelos.

De pronto un niño un poco mas pequeño de cabello castaño y ojos igualmente castaños se acercó a su madre quien lo acogió en sus brazos.

Era el pequeño Edward quien había heredado la inteligencia de sus padres, era muy guapo pero digamos, un poco menos altivo que Scorp. Contaba con cuatro años de edad y leía y escribía perfectamente.

-Mami, ya quiero ir a Hogwarts. -dijo firme el pequeño que estaba en brazos de su madre.

-¿Y por que la prisa amor? -preguntó Herms con dulzura.

-Porque quiero ser Premio Anual como mi papi y como tu. -contestó con una sonrisa tierna.

-Y lo serás campeón. -lo animo Draco.

Luego una niña muy hermosa, mas pequeña que ambos -unos años- , quien poseía unos ojos grises y cabello rubio como el de su padre, pero con ondas hermosas como el de su madre, que había heredado la belleza de ambos, se acercó a su padre con elegancia como lo había aprendido aquella tarde de verano junto a su madre y sus abuelas, quienes a pesar de que la niña era una pequeña de tres años, ya habían comenzado a enseñarle las reglas de etiqueta y porte que caracterizaban a toda Malfoy-Granger.

Era la pequeña princesita de la familia, Athenea Elizabeth Malfoy Granger, o de cariño "Lizzie", una dulce niña de tres años, quien era la luz de los ojos de su padre, y el orgullo de su madre.

Había heredado cosas de ambos, era astuta, inteligente y tenaz, toda una futura Slytherin. Hermosa como sus padres. Elegante como Hermione, a pesar de ser mas parecida a Draco fisicamente.

-Papi... Te quieddo mucho. -dijo dandole un beso a su papa en la mejilla, quien la tomo en brazos y beso su frente.

-Yo también princesita, te amo. -le dijo con dulzura.

Y la amaba, la amaba como a todos sus hijos, pero amaba a Hermione tanto o posiblemente mas que a ellos, por haberle dado la dicha de saber lo que era ser padre, estaba feliz por tener a su familia junto a el, aquella imagen quedo como para ser fotografiada.

La pequeña Lizzie en brazos de su padre, el pequeño Scorpius entre Herms y Draco, intentado abrazarlos a ambos con sus pequeños bracitos, Edward sentado en las piernas de su madre mientras se acurrucaba en su regazo, y Herms y Draco dándose un dulce beso en los labios.

Amor entre serpientes (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora