P R Ó L O G O

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas sensibles. No significa que apoyo estos actos, simplemente son necesarios para el desenvolvimiento de la trama. Si creen que no tienen la mentalidad y madurez suficiente para leer sobre problemas mentales y traumas, no creo que este sea tu lugar.

Gracias, y si deciden quedarse, espero que disfruten la historia.

DIECISÉIS AÑOS ATRÁS.

La mujer observaba a su hijo de cuatro años mientras este jugaba dentro de la bañera con su pequeño juguete de hule. Lo había visto tantas veces en esa situación, el cuerpo del niño dentro del agua, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.

Eloísa había intentado controlarse tantas veces, pero la sensación de ahogo y las insaciables voces dentro de su cabeza le decían que lo hiciera.

Hazlo, hazlo, hazlo.

Ella se acerca con lentitud hacia su hijo, se acuclilla frente a él y lo mira.

—¡Mamá!—grita el niño cuando reconoce el rostro de su madre, ella no le sonríe, no habla, lo mira. Se mantiene pacífica, vigilándolo.

Extiende una mano y la coloca sobre la cabeza de su hijo, acariciando su húmedo cabello.

Con el pasar de los segundos, las caricias se van haciendo más fuertes y las voces en la cabeza de la mujer se vuelven más insistentes.

Hazlo, hazlo, hazlo.

—Mami, mira—dice el niño mientras señala su juguete. Eloísa mira su pequeño juguete y se lo arrebata de un tirón.

El niño va arrugando su tierna cara hasta formar una expresión de llanto.

—Shh—le susurra su madre mientras se inclina un poco sobre la bañera. Una parte de su bufanda se introduce en el agua, empapándola, pero a ella parece no importarle.

Y, sin previo aviso, introduce el rostro de su hijo en el agua. Presiona su cabeza con fuerza mientras siente el cuerpo del niño sacudiendose, luchando por un poco de aire.

Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, sintiendo el placer del llanto y la pequeña sacudida del niño. Mira de nuevo hacia la bañera y nota las burbujas flotar hasta la superficie.

El cuerpo del niño deja de moverse y ella deja de presionar su cabeza, la figura del pequeño choca contra la base de la bañera. Ella no hace nada, sólo se queda observando cómo lentamente la vida va dejando el cuerpo de su hijo.

Eloísa se mantiene pacífica, sintiendo la paz recorrer todo su cuerpo.

A ella no le importa lo que ha hecho, porque ella es una psicópata, y los psicópatas no se arrepienten de nada.

A ella no le importa lo que ha hecho, porque ella es una psicópata, y los psicópatas no se arrepienten de nada

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Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora