26. Una noche en el bosque.

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(Una noche en el bosque)

—¿Todo listo?—pregunta Cárter, apareciendo con la que sería nuestra tienda de acampar —. Si se nos queda algo, yo no seré quien venga a buscarlo, mandamos a Lander.

—Jódete—responde este con descaro.

Artie aparece por el corredor con varios envases de cremas y algunas otras cosas, yo arqueo una ceja y le quito uno de los frascos que lleva.

—¿Esencia de vainilla, en serio, para qué llevarás esto?

Ella me arrebata la crema de un tirón y los mete en su mochila.

—¿Cómo que para qué? Necesito cuidarme de los mosquitos, la humedad y todas las bacterias e infecciones que hay en ese bosque. Y para combatir todo eso se necesitan, como mínimo, diez cremas.

—Yo no llevo nada—digo pensativa—. Y no es que crea que todo eso sirva.

—Será mejor que no te metas con sus cremas—me dice Cárter, pasando por nuestro lado—. Créeme, te lo digo por experiencia.

—¿No vamos?—grita Lander desde la entrada. Artie le echa otra mirada a su equipaje y asiente.

—Lista—camina hacia la puerta, siendo seguida por Cárter y por mí.

—No me digas que tú también llevas cremas para todo—murmura Lander cuando estoy cerca de él.

—No me gustan las cremas.

Él acomoda la mochila que lleva en su hombro y me tiende la mano. Yo se la tomo sin saber para qué.

—¿Por qué?

—Me dan calor.

Frunce el ceño y luego me da una pequeña sonrisa—. ¿Te dan calor?

—Sí, es extraño—él me mira como si estuviera loca y yo río por lo bajo—. Como sea, andando.

Tiro de su mano y salimos de la cabaña. Todavía el sol no se había ocultado, habíamos decidido salir unas cuantas horas antes de que se pusiera la noche. Bajamos los escalones y nos acercamos a Artie y a Cárter.

—¿Quién conduce?—pregunta ella.

—¿Cómo que quién conduce?—inquiere Lander con el ceño fruncido.

—El coche—dice con obviedad.

Todos nos miramos antes de soltar las risas. Artie nos veía con el ceño fruncido.

—¿Qué se supone que es tan gracioso?

—Cariño, ¿es que tu idea es acaso llevar el coche al bosque?—pregunta Cárter con burla.

Artie arruga más las cejas—¿Sí?

Pongo una mano en su hombro y la miro con lástima fingida—. Pues lamento destruir tus esperanzas, pero nos vamos caminando.

Ella abre los ojos y nos mira en desacuerdo—. ¿Qué? Pero...

—No podemos meter un auto en el bosque, ¿cómo se te ocurre, mujer?—espeta Lander, dando los primeros pasos hacia... bueno, no sé hacia dónde.

Artie vuelve a bufar y me mira, yo me encojo de hombros—. No será tan malo, sólo hay que caminar.

Ella asiente con euforia, pero sé que no está para nada de acuerdo conmigo.

—Tienes razón, no será tan malo: será terrible.

Ruedo los ojos y la jalo para que empiece a caminar—Vamos, se hará tarde.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora