06. Un implacable evento.

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(Un implacable evento)

Tengo la lista de los preparativos y la comida que me ha encargado Anna, la amiga de mamá, para su fiesta. Queda un día para su evento, y yo no tengo hecho ni uno solo de sus pedidos.

Llego a la cocina y me mentalizo para las siguientes horas exhaustivas que tendré. Saco de la bolsa todos los ingredientes necesarios, y dándole otra mirada a la lista, comienzo a prepararlos.

Empiezo con los brownies, luego con los muffins y, de último, las galletas.

No es tan difícil para mí preparar estas comidas, sin embargo, es un trabajo que requiere de tiempo y... ganas. Y no es como si en estos momentos tenga mucho ánimo.

Varias horas después, tengo más de la mitad de la lista hecha. Introduzco la última bandeja de galletas al horno, y me dirijo a la sala. Titán está encima del sofá, mordisqueando un pato de peluche, llego hasta él, y cargándolo entre mis brazos, me siento en el sofá.

El tintineo de unas llaves hace que pegue un brinco, y un segundo después, Artie está justo en la entrada con unas llaves en sus manos.

—Me asustaste—murmuro, dándole una mala mirada.

Ella camina hasta mí y me mira desde arriba, mirándome con desaprobación.

—Sigues guardando las llaves de repuesto debajo de una maceta, Eri, haznos un favor y sé más original.

—¿Qué te costaba tocar?

—Aburrido—canturrea, ella mira por encima de su hombro y, midiendo la distancia entre ella y la mesa, tira las llaves hasta que estas caen justo en el lugar que quiere.

—¿Qué haces aquí?—pregunto, viendo cómo Titán se escapa de mis brazos y empieza a corretear por toda la sala.

Artie alza ambas cejas y me mira con indignación antes de dejarse caer a mi lado.

—¿No puedo venir a visitar a mi amiga?

Entrecierro los ojos en su dirección y la miro inquisitiva.

Artie no es de llegar hasta el apartamento de no ser porque quiere o necesita algo. Sobre todo porque Arite no tiene auto, y como la mujer no tiene cómo trasladarse y es un poco floja como para caminar, le toca venir en taxi, lo que nos lleva a que debe pagar el recorrido y, según ella, no tiene ni para comprar una chocolatina.

Pero bien que trae un sinfín de comida chatarra a mi casa. Aunque, técnicamente, no me puedo quejar.

—¿Qué quieres?—pregunto, haciéndole entender que ya he descubierto su táctica.

—Bien—rueda los ojos—. Mañana es tu día de suerte.

—¿Mañana?

Ella me sonríe con entusiasmo, cambiando por completo las facciones de su cara y asiente.

—Así es, tendremos la cita.

Abro los ojos y la miro alarmada, esta mujer era buena para darme las peores noticias en los peores momentos. No sé si mi rostro demuestra el poco buen humor que me cargo, pero eso a ella parece no importarle.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora