16. En privado.

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(En privado)

Youngblood- 5 Seconds of Summer.

La noche cayó en el momento exacto en que Lander y yo salimos del apartamento. Había intentado convencerle de muchas formas para que me dijera a donde iríamos pero, ciertamente, Lander era muy difícil de persuadir.

La música de 5 Seconds of Summer sonaba por la radio, miré por el rabillo del ojo a Lander mientras tarareaba la canción. Apoyé mi cabeza en el respaldo del asiento y miré a través de la ventanilla, todo lo que veía era monte y más monte. Creo que estábamos saliendo de la ciudad, pero no desperdiciaría ningún otro minuto en insistirle en que me dijera el lugar al que iríamos.

—¿En dónde estabas antes?—pregunta sin quitar la mirada de la carretera.

Me quedo en silencio por unos segundos. Lander no sabía de las terapias, no sabía de nada. Ni siquiera de mi familia. Así que si una vez le llegaba a mentir, no lo notaría.

—En casa de mis padres.

—¿Por qué no dejaste que simplemente fuera a recogerte? Nos habríamos ahorrado tiempo—dice, doblando una esquina.

Más monte.

—Quería darme un baño y... era mejor encontrarnos en el apartamento.

—Como digas—Lander conduce en silencio por unos minutos más.

—¿Por qué estás haciendo esto?—pregunto. Él voltea a mirarme antes de devolver su atención al camino.

—¿Qué cosa?

—Esto—lo señalo—. ¿Por qué estás aquí y por qué viniste a buscarme?

Él muerde su labios inferior, pensativo.

—¿Qué tiene de malo que esté aquí?—termina diciendo.

Cierro los ojos, exasperada. Sinceramente, no sabía si Lander se daba cuenta de lo irónica que era esta situación. Por años nos empeñamos en ignorarnos, y cuando no lo hacíamos, lo más que podíamos hacer era dirigirnos monosílabos.

No era netamente posible que estuviéramos en el mismo auto, escuchando la misma canción, uno junto al otro, tratando de tener una conversación.

—Lo malo no es que estés aquí, lo malo es que estés aquí conmigo—corrijo—. Lo malo es que hayas ido a buscarme al apartamento. Lo malo es que estés haciendo esto—paso las manos por mi cara y lo miro con confusión—. Por Dios, Walsh, ¿qué ha cambiado?

—Esto no es nada del otro mundo, ¿bien? No te alteres—dice—. Además, si estoy contigo ahora, y tú estás conmigo, ¿por qué eso debería ser malo?

—Vale, no es que esté mal—replico—. Es sólo que no es lo que solemos hacer. Dime cuándo, en estos dos años, ¿hemos estado en esta situación tan... normal?

—Bueno, pues, no lo sé—él voltea a verme con expresión confusa. Yo arrugo la frente, frustrada—. Eso es absurdo. No deberías darle importancia. Sólo somos dos compañeros de clase yendo a, no sé, un lugar sin importancia en la ciudad. ¿Así está mejor?

—Deja de burlarte—empujo su hombro con mi puño, haciendo que se estrelle suavemente contra la puerta.

—No me burlo. De hecho, te estoy ayudando con tu cargo de conciencia por estar en un mismo coche con el peor chico de la clase.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora