32. Lo que hay detrás de las cicatrices.

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(Lo que hay detrás de las cicatrices)

Su mente tenía la capacidad de ver gran parte de lo que había en su interior.

Jaxson lo sabía, Eira era la viva imagen de lo que fue una vez su perdición.

Mientras, Eira no tenía ni idea de que aquel chico se estaba metiendo bajo su piel.

Jaxson Gill estaba perdiendo la cabeza por ella.

Eira Brown estaba tratando de no pensar demasiado en él.

—Mierda—Jaxson hace una mueca y aprieta los ojos gracias al dolor, yo me levanto de la silla en la que estaba y alargo una mano para mantenerlo acostado en la camilla.

—No te muevas.

Él, ajeno a lo que digo, vuelve a removerse. Su pecho subía y bajaba como si estuviese entrando en un tipo de ataque.

—¿En dónde... en dónde está ella?—balbucea.

—Jaxson.

—Ella... joder, ella no... ¿en dónde está?

Miro con rapidez toda la habitación y diviso el botón rojo a un lado de la camilla, estiro una mano por encima del cuerpo de él, pero cuando mi dedo estaba a escasos centímetros de presionar el botón, Jaxson agarra mi muñeca.

—No.

—¿Qué?

Sus ojos seguían inyectados de sangre, los tenía hinchados y entrecerrados, como si hubiese pasado horas llorando. Pero su rostro solamente demostraba indicios de un dolor físico, nada más allá de eso.

—No—repite.

—Pero...

—Lo siento, estoy bien—él aparta su mano de mí y se la pasa por el rostro, yo me enderezo y quito mi mano del botón. Vuelvo a situarme en la silla y la ruedo para quedar más cerca de él.

—Debería llamar a un doctor.

—¿Cómo es que terminé aquí?—cuestiona.

—Alguien te apuñaló, o eso es lo que dicen—él frunce el ceño y cierra los ojos, yo me mantengo en mi puesto, moviendo la pierna de arriba abajo mientras considero la idea de presionar aquel botón—. Necesitan revisarte, llamaré a alguien.

Me levanto de la silla y nuevamente, alguien me retiene de la muñeca.

—Sólo quédate.

—Iré únicamente a avisar que...

—Joder, Eira, solamente quédate aquí.

Yo me callo de golpe ante su tono. Seguía con el ceño fruncido, volvió a cerrar los ojos y murmuró un par de cosas incoherentes.

—¿Tampoco dejarás que te ayuden ahora?

—Sólo necesito un par de minutos antes de que me bombardeen con preguntas y medicamentos.

Lo observo un momento antes de soltar un suspiro y asentir.

—Vale.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora