07. Nunca recibas un dulce de un desconocido.

1.5K 200 120
                                    


(Nunca recibas un dulce de un desconocido)

Si algo sé, es que esto no puede terminar bien. Lo supe en el preciso momento en el que bajamos del auto, justo cuando vi el panorama frente a mis ojos.

La fiesta es afuera de un local abandonado, si acaso y hay luz, pero aquello no es excusa para que gente como la que ven mis ojos ahora, se abstuviera a divertirse a lo grande.

La música retumbaba por los altavoces, haciendo que varias personas se muevan unas contra otras en diferentes puntos del lugar. La poca luz que algunos reflectores ofrece le da al lugar un toque más informal y relajado. Las personas se pasean de un lado a otro, sabiendo que nadie puede identificarlas mientras hace sus tantas cosas indecentes frente a cientos de ojos.

Miro a Lander a mi lado y noto que mueve su cabeza al ritmo de la música mientras repasa con la mirada de manera distraída todo su alrededor. Un coche pasa frente a nosotros y se detiene junto a otros que se encuentran aparcados en fila en la extensa carretera.

—Esta fiesta parece de Narcos— digo, inclinándome hacia él para que me escuchara con mayor claridad.

Él hace una mueca y menea levemente la cabeza.

—Algo parecido. Es una fiesta clandestina.

—Con clandestina quieres decir que...

—Quiero decir que aquí no hacemos cosas legales—me interrumpe, pasando una mano por su mentón.

—Entonces, ¿son una clase de grupo fugitivo de la ley?

—Aquí pasa de todo, ángel: venta de drogas, venta de armas, prostitución—señala hacia los carros—. Carreras clandestinas, y sí, se podría considerar que algunos son perseguidos por la ley.

Levanto un poco la cabeza y me fijo en sus ojos—¿Tú eres...?

—¿Un criminal súper caliente fugado de la ley?—me interrumpe. No digo nada—. Tal vez.

—Lander...—me callo de golpe al escuchar su risa burlona. Se está riendo de mí, a mí costa. Ruedo los ojos—. Eres tan fastidioso.

Él se encoge de hombros y vuelve a mirar al frente, imito su gesto y carraspeo un poco antes de preguntar:

—¿A que te refieres con «carreras»? ¿Las mismas carreras que salen en la televisión?

—A, literalmente, carreras, y no sólo eso, sino a carreras clandestinas. Ven. —él empieza a caminar hasta quedar al borde del andén, frente a unos pares de carros.

Varias personas más se amontonan a nuestro alrededor cuando unos reflectores iluminan a un tipo subido en varias cajas de madera a unos cuantos metros de nosotros.

Su cabello rubio brilla a causa de la luz mientras pinta una exagerada y traviesa sonrisa en su cara, luego, con euforia, lleva el micrófono a su boca.

—¡Buenas noches, señoras y señores!— el grito que emite hace que el alboroto estalle. Los chicos silban y gritan mientras las chicas sueltan risitas coquetas—. ¡La carrera está a punto de empezar! ¡¿Tienen listas sus apuestas?!

El público vuelve a gritar mientras alzan varios billetes al aire. El anfitrión ríe y aplaude con entusiasmo.

—¡Así me gusta, gente! ¡Esto se va a poner bueno!

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora