27. La despedida.

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(La despedida)

Me remuevo con incomodidad cuando siento un cosquilleo en mi cuello, trato de levantarme de donde sea en lo que estoy  acostada, pero unas piernas me retienen de la cintura con fuerza. Abro los ojos y parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz.

Miro el cuerpo que está a mi lado y contemplo el rostro pacífico de Lander.  Sus mejillas están sonrojadas, sus labios se encuentran entreabiertos y algo resecos. Paso una mano por la mata de pelo que le cae en la frente y lo hago a un lado, bajo de nuevo mi mano, pero entonces él levanta la suya y devuelve mi mano a su cabello.

—Pensé que estabas dormido—murmuro.

Él abre los ojos y se remueve en su sitio, se pone de lado, descansa la cabeza en un brazo y coloca la otra mano en el espacio que hay entre ambos.

—Buenos días para ti también, Brown.

La noche anterior nos habíamos ingeniado para caber los seis en la misma tienda. Artie y Cárter se encontraban apretados uno al lado del otro mientras que la pareja de padre e hijo estaban en el otro extremo de la tienda.

Yo suspiro y levanto un poco mi cuerpo, apoyo el mentón en la palma de mi mano y observo a Lander.

—¿Soy cómoda?

—¿Qué?

—Porque que yo recuerde, era yo quien dormiría sobre ti, no al revés.

Lander baja la cabeza y observa nuestros cuerpos, y a pesar de que ya no estábamos en las mismas posiciones de antes, ambos sabíamos cómo había dormido él en toda la noche.

—En mi defensa, ángel, no suelo dormir con compañía.

—Eso me resulta un poco difícil de creer, la verdad.

—Oye, el sexo y la siesta no tienen nada que ver—replica, alzando ambas cejas. Ruedo los ojos y me tumbo otra vez boca arriba. Los rayos de luz ya se colaban por la tela impermeable de la tienda—. ¿Dormiste bien?

—Mejor que otras noches—doblo un poco el cuello y lo miro, él se encuentra unos centímetros más arriba que yo, así que subo la mirada y él baja la suya—. Sí, dormí bien.

—¿Sin pesadillas?—pregunta, no lo dice con cautela, ni siquiera con filtro, simplemente suelta la pregunta como si aquel tema fuera lo más normal entre nosotros. Y me agrada.

—Sin pesadillas—afirmo.

—Dios mío, no—la voz de Cárter se hace escuchar dentro de la tienda, tiene una mueca en la cara, pero sus ojos aún están cerrados—. ¿Desde temprano haciendo ruido? Por favor, muchachos, un poco de consideración.

—Joder, es que sí te quejas, hombre—murmura Lander. Cárter abre un ojo y lo mira con falsa alegría.

—No empieces.

Lander ríe por lo bajo mientras rueda los ojos, Cárter vuelve a acomodarse y yo aprovecho la distracción de ambos para ponerme en pie. Noto una mano aferrarse a mi tobillo, Lander me mira con una ceja arqueada, señalo hacia afuera con mi cabeza mientras sacudo mi pie para desprenderme de su agarre.

Salgo de la tienda y abrazo mi torso cuando una ráfaga del frío viento choca contra mí. Veo el cuerpo de Lander acomodarse a mi lado, cruza los brazos y ambos quedamos de frente mirando a... los árboles.

—¿Qué se supone que hacemos?—pregunta minutos después.

—Apreciando el...—giro un poco el cuerpo y doy de frente con su hombro. Lander va sin camisa, se la había quitado en mitad de la noche, pero ahora que los rayos de luz impactaban directamente con su cuerpo, podía ver cada parte de su torso. Incluyendo la cicatriz que se encontraba en uno de sus pectorales—... paisaje.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora