19. ¿Miedo por qué?

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(¿Miedo por qué?)

Dos semanas después.

Lander, Artie, Cárter, Reece y yo, nos encontrábamos en una de las mesas de la cafetería. Mi pierna subía y bajaba conforme pasaban los minutos. Llevé una mano a mi boca e intenté morder una uña, pero la mano de Lander tomó la mía y la dejó sobre la mesa. Depositó la suya a uno centímetros de la mía.

—Sólo faltan diez minutos, Brown.

Miro hacia la salida de la cafetería y reprimo mis ganas de salir corriendo. Hace una semana se entregaron los trabajos de finanzas avanzadas, hoy nos darían las notas. El semestre pasado, justo cuando estaba a punto de pasar de semestre, había estado a punto de reprobar finanzas. Esperaba seriamente que esta vez fuera la excepción.

Miré a Lander y noté que estaba muchísimo más calmado que yo. Claro, él no dependía de la nota del trabajo.

—Cálmate, mujer, me pones nervioso hasta a mí—oigo a Cárter mientras lo veo colocar su brazo sobre los hombros de Artie, ella lo mira con una expresión de sorpresa, pero él solo la observa de reojo y sonríe de lado.

—Sólo necesito saber la nota—mascullo.

—Lander es un nerd de primera, obtendrán una buena nota—añade Reece,  quien luego recibe una mirada inexpresiva de Lander—. Y no es que tú seas muy diferente a él.

—¿Cuánto falta?—pregunto, inclinándome para ver la hora en el reloj de Lander.

—Tranquila, Brown, saldrá bien—dice mientras tamborilea la mesa con los nudillos.

—Ya me veo reprobando y perdiendo el semestre—echo la cabeza hacia atrás—. Y viviendo con siete gatos. Y Titán. Y siendo pobre.

Oigo las risas de los demás, pero ni siquiera puedo seguirles el juego. Finanzas avanzadas siempre había sido la materia que más me había costado seguir, y aunque no pertenecía a mi currículum, tampoco quería dejar de tomar las clases.

—Andando—veo a Lander levantándose del puesto y tira de mi mano. Sigo sus pasos y veo a los demás levantarse tras nosotros.

Salimos de la cafetería y cruzamos el pasillo que nos lleva al aula de Frederick. Varios alumnos se encuentran arremolinados frente a la puerta, esperando las notas.

Nosotros nos quedamos unos pasos más atrás y vemos al profesor Frederick abrir con aburrimiento la puerta y lanzarnos una mirada.

—Como hagan el mínimo desorden, los saco de mi salón. A todos.

Nadie dijo nada, sólo asintieron. El hombre canoso nos miró con atención, luego abrió las puertas de par en par y nos dio paso para entrar.

Lander volvió a tirar de mí y cuando estábamos a punto de cruzar la entrada, el señor Frederick me miró y negó con la cabeza.

—Oh Dios—susurré. Esos movimientos de cabeza nunca significaban nada bueno.

Lander me mira y me indica que siga caminando.

—Sólo lo hace para fastidiarte. Vamos—dice cuando llego hasta él.

—No me graduaré nunca—me quejo.

Lander me jala para que nos acerquemos al pizarrón que contiene nuestras notas.

—Estoy seguro de que nos fue bien. Nunca he tenido una mala nota en esta materia.

—¿Acaso viste la mirada de desaprobación que me dio? Me quedaré estancada aquí y no me graduaré nunca.

Él no dice nada, sólo da media vuelta y se pierde entre en el tumulto de gente que se encuentra cerca del pizarrón. Espero unos minutos hasta que vuelvo a ver a Lander. La seriedad pintaba su rostro, él siempre estaba serio, ¿eso significaba algo?

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora