18. En la cocina... otra vez.

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(En la cocina... otra vez)

Lander y yo nos encontrábamos sentados en un banco a mitad del andén. El sol ya no brillaba con la misma intensidad, una fuerte brisa nos anunciaba que pronto caería la lluvia.

Varias personas pasaban apresuradamente frente a nosotros. Eran las doce del medio día y Lander y yo nos encontrábamos sin hacer nada, simplemente sentados uno al lado del otro.

—¿Por qué llegaste a la universidad si no entraste a ninguna clase?—pregunto, rompiendo el silencio.

—Sólo fui a entregar unos papeles.

Luego de agradecerle a Elly y salir de su casa, no habíamos vuelto a la universidad. En cambio, habíamos caminado sin rumbo alguno hasta detenernos en un banco a mitad de la caminata. No sabía en qué parte nos encontrábamos, pero tenía la esperanza de que Lander sí lo supiera.

Su rostro no había mejorado, se veía brillante a causa de la pomada, pero al menos ya no tenía los restos de sangre seca y no era tan aterrador ver su rostro.

Él descansa la palma de su mano en el pequeño espacio que nos separa, miro sus nudillos y por enésima vez, noto que están enrojecidos y maltratados.

—Estuviste en una pelea—afirmo.

Él se tensa ante mis palabras, mueve la cabeza para que su rostro quede escondido del mío.

Agarro su mano con brusquedad y hago que mire sus propios nudillos.

—Estuviste en una pelea—repito.

Él hace el intento de zafarse de mi agarre, pero lo único que consigue es hacer que apriete más el agarre en su mano.

—Lo estuviste, ¿no?

Él suelta un bufido y niega con la cabeza—¿Para qué quieres saber?

—¿Es por eso que siempre llegas golpeado? ¿Porque te metes en peleas?

—No me meto en peleas, Eira—dice, apretando los dientes.

—Entonces, ¿por qué estás así?—digo, señalando su cara y luego sus manos.

—Porque... porque...—él se pasa una mano por el cabello con frustración—. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿por qué te interesa tanto?

Cierto, Eira, ¿qué sentido tendría?

—Porque me hubieses ahorrado muchos momentos de curiosidad—Lander gira la cabeza para mimarme, yo me obligo a no apartar la mirada—. Porque no encuentro una explicación para que estés en este estado.

—Eres una jodida intensa que no sé cómo me convences con tanta facilidad, joder.

—Si con "facilidad" te refieres a seguir esperando para que me des una respuesta, vaya que tienes un grave problema con los significados de las palabras.

—Me preguntas cosas que no puedo decirte, Eira. Esto es algo que va más allá de lo que quiero que sepas o no.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Dios, eres una bruta, ángel—murmura, yo frunzo el ceño y le propino un codazo—. Olvídalo, no me refiero a nada.

Él se acomoda sobre el banco y lleva su cuerpo hacia atrás, apoyándose en el respaldo. Es más que obvio que no planea decirme nada más, y yo, aunque me esté muriendo de curiosidad, no debo presionarle. Él no tiene por qué decirme nada, sin embargo, quiero que lo haga.

—Tienes que volver—habló de nuevo—. Aún estás a tiempo para tu próxima clase.

Yo me obligo a pensar en otra cosa que no sea un porqué a su tan lamentable estado y lo miro.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora