(La vergüenza como tu eterna aliada y una lista inesperada)
Su débil y casi inexistente sonrisa sólo hace que la temperatura aumente. Y lo digo en serio, la temperatura aumenta.
Descanso mi cabeza en el respaldo del asiento, tratando de abanicarme con una mano. Estamos a varios metros de la fiesta. En este ángulo, difícilmente, alguien podría vernos, sobre todo porque nadie quiere perderse la locura que está ocurriendo a unos metros de nosotros.
—Te vas a arrepentir de todo esto mañana—su voz suena baja, casi en un susurro, pero lo suficientemente alta como para escucharlo.
Descanso una mano en mi regazo y lo observo. La música suena desde la lejanía, la suave brisa se cuela por la ventana, haciendo que su cabello se desordene un poco. Sus ojos no se van de los míos, pero aparto mi otra mano de su pierna.
—Tal vez.
—Eira— advierte.
—Es que me siento muy...—dejo la frase en el aire y volteo para otro lado.
Estoy segura de que mañana me moriré de la vergüenza, pero ahora en lo único en lo que puedo pensar es en encontrar una manera de apaciguar toda la tensión que inmoviliza mi cuerpo.
—Es normal cuando comes esos brownies. Están llenos de droga.
Droga. Maldita droga.
Hago una mueca, cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir, noto sus manos puestas en el volante y sus nudillos de un intensificado blanco a causa de la fuerza.
—No quiero sentirme así—me quejo. En un irreconocible impulso, mi mano vuela directo al lugar en donde estaba hace unos segundos—. Lander...
—Joder, Eira, no empieces. Estoy tratando de controlarme ahora mismo—mira mi mano cerca de su entrepierna, luego suspira con pesadez. Su expresión es seria, casi rozando la severidad—. Y quítala de ahí.
Doy un fuerte suspiro y devuelvo las manos a mi regazo.
—¿Qué se supone que haga ahora?—pregunto, mirando por la ventanilla.
—Esperar.
Cruzo las piernas y aprieto los muslos. Me siento avergonzada aquí donde estoy. Expuesta y muy humillada. ¿Lo peor? Todo es culpa mía.
—No puedo esperar... esto se siente muy incómodo.
Lander se aproxima a mí, agarra mi brazo y quita el elástico de mi muñeca.
—Voltea la cabeza—ordena y yo lo miro con incredulidad por uno segundos, pero al ver que no va a desistir, hago lo que dice.
Despego mi espalda del asiento y miro directo hacia afuera, dándole la espalda. Mis ojos empiezan a cerrarse casi de inmediato cuando sus manos inician el movimiento de recoger mi cabello en una cola alta.
Peina mi cabello con delicadeza, una vez que ya lo haya hecho, deja sus manos en mis hombros. El contacto de su piel contra la mía me hace encogerme en mi puesto, y yo, dentro de mi poca cordura, sé que eso no debe ser así.
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Dulce Error ©
Teen FictionDicen que después de la tormenta viene la calma, sólo que éste no era el caso. Ella no sabía exactamente qué hacer con su vida. Él intentaba luchar con algo que lo descontrolaba. Ella siempre se reprimía. Él era muy impulsivo. Ella era una sobrevivi...