14. La inexplicable "Anomalía".

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(La inexplicable "Anomalía".)

Un rayo de sol hace que parpadee varias veces para tratar de acostumbrarme a la luz. Un increíble peso me mantiene aferrada a mi puesto, evitando la articulación de mi cuerpo.

Lander se encuentra totalmente dormido. Tiene un brazo tapando la mitad de su rostro mientras que el otro está posicionado sobre mi estómago con la palma de su mano mirando hacia arriba.

Me remuevo un poco para estirar mis músculos. Un fuerte dolor en mi espalda me hace soltar un quejido mientras me remuevo con incomodidad.

El sol apenas está saliendo, y a pesar de eso, hace un inmenso frío. Lander sigue dormido a mi lado. Sigue vestido con su pantalón negro y con el torso desnudo.

Empiezo a zarandearlo, pero este lo único que hace es soltar un gruñido para después voltearse.

—Lander—sacudo su hombro. No responde—. Lander, Lander, Lander.

—¿Dios, qué quieres?—dice con la voz ronca y adormilada.

—Tenemos que volver.

—¿Qué? ¿volver a dónde? ¿en dónde mierda estamos?—se levanta con lentitud, tapando los rayos de sol con su mano. Pestañea varias veces mirando a su alrededor, luego sus ojos se posan en los míos—. Soñé que un horrible ogro dormía conmigo, ¿y adivina qué?

Ruedo los ojos y lo miro con impaciencia.

—¿Qué?

—No fue un sueño.

—Ay, idiota. Deja de bromear, hay que irnos. Es tarde.

—No, Brown, es muy temprano—dice, apoyando los codos en el capo y cerrando los ojos.

—Lander—me quejo.

Él bufa antes de incorporarse nuevamente, su rostro sigue desaliñado al igual que su cabello. Tiene iene los ojos hinchados y entrecerrados por el sueño y los labios fruncidos.

—Eres horrible por la mañana—sus ojos me recorren por completo antes de negar con la cabeza—. No, espera. Eres horrible todo el tiempo. 

—Oye, de verdad. Me encantaría seguir escuchando tus tan lindos halagos, pero, mierda, hay que irnos ya.

Lander entrecierra los ojos con burla y se endereza en su puesto, toma una bocanada de aire y deja caer los hombros cuando lo deja salir. Me enderezo junto a él, también mirando lo solitaria que sigue la calle, el lago y todo lo que nos rodea.

—¿Estamos muy lejos?—pregunto.

Él hace una mueca y menea la cabeza, indeciso.

—Depende. ¿A dónde quieres ir?

—Pues a casa, idiota.

—En ese caso—lo piensa por un segundo antes de contestar—. No, no estamos lejos.

—Bien, perfecto. Andando—me bajo de un salto del capo y espero a que él hago lo mismo.

Su gran figura aparece frente a mí e, instantáneamente, la escena de Edward Cullen mostrándole a Bella cómo brilla su cuerpo como un auténtico árbol de navidad, viene a mi cabeza.

Lander parece notar mi mirada y arquea una ceja. Aparto la mirada antes de que note mi vergüenza.

—No digas nada—advierto.

Él no dice nada, pero advierto sus comisuras crispadas hacia arriba.

Lo he visto sonreír más en estas últimas horas que en los dos años que llevo conociéndolo.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora