02. Un intruso en la casa.

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(Un intruso en la casa)

Los ladridos de Titán hacen que abra los ojos de golpe. No sé qué hora es y tampoco sé por qué tengo este horripilante mareo.

Me levanto de la cama con cuidado y, con pasos lentos, me dirijo al baño. Miro mi reflejo en el espejo y noto las manchas rojizas en mi cuello.

Gimo y cierro momentáneamente los ojos, haciendo memoria del momento en que comí maní anoche.

Artie, ella es la culpable.

Entre las tantas chucherías que trajo ayer, tuve que haber ingerido algo que tuviera maní.

El picor se hace más fuerte, y antes de que me arranque la piel de tanto rascarme, me coloco la pomada especialmente para mi alergia.

Salgo del baño y camino hacia la cocina. Preparo un desayuno rápido, le sirvo el suyo a Titán y me siento en el sillón que está junto a la ventana.

La señora Molly me saluda desde afuera. Es una mujer regordeta, morena, llena de arrugas y bajita, pero es una de las personas más amables y cariñosas que hay en el barrio

Volteo mi cabeza hacia el interior de mi apartamento y lo examino.

En teoría, no está desordenado, tampoco es el apartamento más limpio del mundo, pero, repito, en teoría, no está mal presentado.

Hago un debate interno entre si hacer el aseo o dejarlo para después. Si tuviera a mamá conmigo justo ahora, de seguro me estuviera reprendiendo por ser tan perezosa y desordenada, pero como no está, decido dejarlo para después.

Cuando el reloj marca las cuatro de la tarde, ya estoy lista y cambiada.

El toqueteo en la puerta no suena mucho después. Me levanto lo más tranquila posible, abro la puerta y dos perlas claras y azules me observan desde afuera.

Está colorado, como si hubiera estado corriendo o haciendo algún tipo de esfuerzo, pero no hay ni una pizca de sudor o humedad en su cara.

—Pasa—digo, volteándome para darle espacio para que entre.

Él asiente levemente y da varios pasos hasta quedar unos centímetros más allá del marco de la puerta.

—¿Vives sola?—pregunta, sentándose en el sofá que está frente al televisor. Deja los dos cuadernos que tiene en sus manos a su lado y me mira.

Sigo sus pasos y me siento junto a él.

—Sí.

—Hmm—murmura.

Nunca he tenido a nadie más aparte de Annie y mis padres en este lugar. Me reprendo internamente por haberle sugerido este encuentro, sin embargo, ya no puedo retroceder el tiempo.

Lander tampoco parece cómodo aquí. Está rígido, con los hombros cuadrados, los labios fruncidos y una leve arruga entre las cejas.

Esto definitivamente no es una buena idea.

Él nota mi mirada y carraspea.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora