29. Cicatrices infernales.

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(Cicatrices infernales)

Era fuerte, ella lo sabía, pero cargaba consigo miles de demonios.

Las llamas del fuego abrazaban su oscuridad infinita.

Pero es que todo el jodido mundo tenía que entender que Eira Brown no había renacido de entre las cenizas, ella era el mismísimo infierno.

Cuando recibí la llamada de la recepcionista del hospital psiquiátrico, dije que la reunión a la que nos citaban no era para darnos una buena noticia, al menos no para mí.

A pesar de que hoy no era domingo, es decir, no teníamos terapia, absolutamente todos los que recibíamos esta sesión nos encontrábamos en el pequeño cuarto, esperando a Aspen.

Miro por el rabillo del ojo el uniforme naranja de Jaxson y sus típicos guantes cubriendo sus manos. Hoy parecía ser un día muy raro, sobre todo porque cuando los ojos de Jaxson me encontraron, la calma y la comodidad se reflejaron en su rostro. Él se acerca a mí, cambia su expresión a una más dura y mira al chico que se encuentra a mi lado, este baja un poco la cabeza y le otorga su asiento sin rechistar.

—Sabes que eso es abuso, ¿verdad?—pregunto, mirando al frente.

—Hoy lo ves todo tímido y callado, pero fue uno de los primeros en burlarse de mí cuando llegué. Así que no, rubia, no me arrepiento de mi trato—su voz sonó calmada, pero noté un aire de rabia cuando habló.

—Pero parece que ni siquiera sabe defenderse—digo, mirando el cuerpo debilucho del chico. 

—No te dejes engañar por las apariencias, Eira. A veces las cosas no son como crees que son, sobre todo si hablamos de las personas.

Me quedo en silencio un momento, sopesando sus palabras.

—Tú—digo.

—¿Yo qué?

—No eres lo que yo creí que eras.

—Y, entonces, ¿qué crees que soy?

Su pregunta salió con lentitud y cautela de sus labios, decidí arriesgarme y fijé mi vista en él. Jaxson me miraba con atención.

—Un chico incomprendido que fue internado en un hospotal psiquiátrico por hacer algo sumamente horrible y perturbador como para terminar siendo un naranja. Además, uno de los más temidos de este lugar que con solo dirigirle una mala mirada a alguien, logras conseguir todo lo que quieres, ¿me equivoco?—digo todo tan fluido que me vi obligada a tomar una larga respiración cuando terminé de hablar.

—¿Es que acaso no me acabas de escuchar?—cuestiona—. No debes dejar de creer que no hice algo malo. Porque me guste o no, sigo estando en un psiquiátrico. Quizá no soy malo, Brown, tal vez soy peor.

—Si intentas asustarme, entérate de una vez que no lo conseguirás.

—¿Asustarte, rubia? No te hagas la santa. Todos aquí le tememos a algo.

—Eso es contradictorio, ¿lo sabes?—él ladea la cabeza, confundido—. Lo que dijiste sobre ser peor. Aquella vez también dijiste que no habías sido tú, que ni siquiera lo recordabas. ¿Cómo puede una persona cambiar tan rápido de opinión en poco tiempo y sobre un tema como este?

Jaxson parece descolocado ante esas palabras. Se remueve en su puesto y pasa una mano enguantada por su barbilla, tallándosela. Yo suelto un suspiro de resignación.

—Están mejor—murmuro, cambiando de tema—. Tus muñecas—señalo, él baja la cabeza y las observa—. Están mejor.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora