40. Algo tan simple como eso.

893 128 32
                                    



(Algo tan simple como eso)


Ambos tenían más en común de lo que pensaban.

Ambos tenían miedo de mostrarse como eran en realidad.

Ambos tenían miedo de asustar al otro, pero lo que no sabían era que el amor que se tenían sobrepasaba todas las barreras.

Lander Walsh y Eira Brown eran la combinación perfecta de cariño y falsedad.



Había tenido esta extraña sensación de que en algún momento, lo perdería.

Desde el primer instante en que lo vi, supe que había algo extraño en él, en la manera en la que se comportaba, hablaba e, incluso, cómo caminaba.

Lander no tenía todos los estándares para parecer un chico con problemas de ira. De hecho, habían veces en el que era tan, pero tan amable y comprensivo, que no podías pensar en una persona tan buena como él.

Pero entonces entraba la otra cara de la moneda, esa que había intentado esconder, pero que, con el tiempo, se fue deteriorando.

Lander sí había tenido sus ataques de ira. Eso lo sabía.

Lander sí había intentado controlarse muchas veces.

Y era todo eso lo que yo, justamente, pasé por alto. Todas aquellas señales y pistas que habían estado frente a mí todo este tiempo, pero que yo, ingenuamente, había ignorado.

Él no quería que lo supiera, era evidente.

Así como yo tampoco quería que él supiera lo mío.

Y, sin embargo, aquí estábamos, uno delante del otro, mirándonos con culpa y sin saber qué esperar del otro.

Trago saliva y mantengo mis ojos fijos en el mismo lugar.

—Una vez—murmuro sin dejar de pasar el trapo por sus nudillos. Ya deberían estar vendados, sin embargo, yo no tenía intención alguna de hacer que la enfermera se acercara. No quería que nadie nos interrumpiera ahora—... una vez dijiste que no querías que pensara que eras un degenerado...

—Impulsivo—termina él por mí—. Lo sé.

Sabía que lo había dicho por consecuencia de todo esto. Porque Lander tenía miedo, me lo había demostrado. Tenía miedo de lo que yo pudiese pensar de él, de que cuando yo lo mirara, lo hiciera con malos ojos.

Él temía que yo lo mirase con temor, así como lo había mirado mucha gente, como se había mirado él mismo.

—Le tengo miedo a muchas cosas, Eira—dice él. Lander mueve sus manos, provocando que yo deje de limpiar sus nudillos—. Tengo miedo de ti.

Niego con la cabeza y apoyo las manos en mi regazo mientras jugueteo con el trapo húmedo de agua y sangre.

—No pensé que tenía que aclararte que eso es lo peor que puedes decirme.

—No, no...—él inclina su cuerpo hacia adelante y sin previo aviso, acuna mi rostro entre sus manos—. Mírame.

—Lander...

—Tengo miedo de la reacción y la imagen que tendrás de mí a partir de ahora. Me he esforzado tanto por mantenerlo oculto  de ti, Eira.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora