31. Encuentros indeseados, discusiones intermitentes y cuidados intensivos.

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(Encuentros indeseados, discusiones intermitentes y cuidados intensivos)

Tantas sombras yacían tiradas contra su figura, ahogándola.

Tantos años colmados por un odio puro, un odio homicida.

Su mirada ya no brillaba con la misma luz, olvidó su propia sonrisa, sus palabras y hasta la esencia de su alma.

Eira Brown se encontraba completamente rota.

No soy capaz de levantar la cabeza y mirar a Lander, no soportaría ver su mirada, sólo espero a que diga algo. El nudo en mi estómago se hace más fuerte con el pasar de los minutos, pero él simplemente se queda ahí, sosteniéndome entre sus brazos.

—Todo eso lo viviste—murmura después. Sus caricias habían cesado hace varios minutos, pero entonces volví a sentir el roce de sus dedos sobre mis cicatrices—. ¿Y tienes el atrevimiento de decir que no eres fuerte? Joder, Eira, eres una de las personas más fuertes que he conocido.

Me esperaba todo menos aquello, su voz sonó inestables y un poco ronca, pero aquello no opacó la seguridad de sus palabras.

Los ojos de Lander recorren mi rostro con detenimiento, sus manos van a mi rostro y pega su frente a la mía.

—Eres jodidamente fuerte, ángel, métetelo en la cabeza.

Siento mi barbilla temblar y el insistente picor en mi ojos, sin embargo, las lagrimas no salieron, pero no necesité que lo hicieran porque lo rota que se escuchó mi voz fue más que suficiente para demostrar todo el dolor que sentía.

—Soy un maldito monstruo, Lander, eso es lo que soy. Estoy tan dañada y nadie puede cambiar eso.

—Tú no estás dañada, Eira, sólo un poco rota. Eres una consecuencia de todo lo jodido que te ha pasado en la vida y déjame decirte que eso no está mal. Brown—él ahueca mi mejilla en su mano y me mira—. No está mal. Al fin y al cabo, todos estamos un poco rotos por dentro.

Sus ojos reflejaban compresión y tortura, como si sintiera todo lo que yo sentía en ese momento. Sus brazos bajaron y se aferraron a mi cuerpo con fuerza, enviándome un claro ejemplo de que él, justamente él, Lander Walsh, era el que me sostenía, el que sería mi apoyo.

—Empecé a escuchar voces—confieso, su mano volvió a situarse en mi mejilla—. Al principio creí que eran imaginaciones mías... bueno, siempre lo fueron. Pero entonces empecé a verlos a ellos en todas partes, Lander, yo... empecé a perder la cabeza.

—Ángel.

—Los veía en la calle, cuando caminaba, en clase, incluso en la casa antes de cerrar los ojos y cuando los abría—yo alzo la mirada y observo sus ojos—. Ellos me perseguían. Siempre, a todas horas.

—Brown.

—Y no podía escuchar nada rompiéndose. Ese sonido se convirtió en un trauma, siempre... s-siempre que lo oía, yo... recordaba ese día. A esa mujer cortándole la cara al chico.

—Eira.

—Estaba tan jodida, Lander—sollozo—. Estoy tan jodida.

—Ya basta—me interrumpe. Él lleva su otra mano a mi cara y me sostiene. Su rostro está tan cerca del mío que casi puedo sentir sus labios rozándome.

Pero esta era una clase avanzada de intimidad. Yo estaba aquí, expuesta frente a él, sus manos habían estado en mis cicatrices, las había tocado, las había sentido. Estábamos en esa clase de intimidad que casi era asfixiante por lo expuesto que te encontrabas ante una persona.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora