28. Suceden muchas cosas entre un hospital psiquiátrico y un centro comercial.

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(Suceden muchas cosas entre un hospital psiquiátrico y un centro comercial)

Una semana después.

Eran las tres y media de la tarde de un sábado cuando ingresé al hospital psiquiátrico. Había salido de mi turno en la cafetería, mientras que ayer había cubierto las horas perdidas de trabajo por el viaje al bosque.

Hacía calor, sin embargo, el cielo estaba sorprendentemente nublado. Restriego mis manos sudorosas en la franela de mi camisa y apresuro el paso.

El vigilante me echó una ojeada desinteresada cuando pasé por su lado, pero no me detuvo ni me dijo nada, así que seguí mi camino. Los fines de semana eran los días más movidos y menos cargados para los pacientes, así que mi sorpresa fue bastante leve cuando noté a casi la totalidad de los jóvenes internados recorriendo los pasillos y charlando en el jardín.

Y, sin embargo, a pesar de tanta gente, cuando crucé el marco de la puerta para salir al jardín, no fue difícil encontrarlo.

Se encontraba sentado en una banca mientras, aburridamente, miraba a su alrededor. Esta vez no llevaba las cadenas en sus muñecas y su uniforme naranja solo se encontraba cubriendo sus piernas mientras que lo combinaba con una camisa negra.

Me acerco a él con pasos cortos y a pesar de que me demoro en acercarme, él no nota mi presencia. No, hasta que me detengo enfrente.

Sus ojos marrones se detienen en mí, no expresan nada, solo me observa. Carraspeo un poco y sin pedir permiso, tomo asiento a su lado.

—Hola.

—Dime, por favor, que eres Eira Brown y que no estoy alucinando.

—¿Qué?

—Joder—Jaxson talla su sien y cierra los ojos, frunzo el ceño mientras ladeo la cabeza, intentando verlo mejor—. ¿Eira?

—¿Sí?—él estira una mano y me pellizca, yo suelto un quejido mientras le doy un manotazo—. Vale, eres real.

—¿De qué hablas?

—Cuando la gente tiene fiebre, suele tener alucinaciones.

Arrugo más las cejas al mismo tiempo en que toco su frente, su piel bajo mi mano ardía, tal vez no tanto como para alarmarse demasiado, pero Jaxson, definitivamente, tenía fiebre.

—¿Cómo es que estás aquí afuera? ¿No deberías estar descansando?

Él baja mi mano y la deja en el espacio que hay entre nuestros cuerpos, cierra otra vez los ojos y cuando los abre, no lo hace por completo. Me mira con los ojos entrecerrados, casi como si le fastidiara abrirlos.

—La enferma dice que no debo estar encerrado. La luz del día es "la mejor medicina"—masculla, haciendo las comillas con los dedos.

—No sé por qué pienso que no tiene razón.

Él me mira de reojo.

—Pienso lo mismo. Me estoy muriendo de frío.

Pestañeo varias veces mientras lo miro, no había notado sus puños apretados, intentando mantener su cuerpo libre de temblores. Vuelvo a carraspear antes de descolgar la cartera de mi hombro y sacar algo de ella. Los ojos de Jaxson me miran con confusión cuando notan el pequeño brownie de chocolate en mis manos.

—¿Qué significa eso?

—Significa...—pongo una vela en el centro del brownie y lo miro de reojo cuando lo veo arquear una ceja. Ambos sabíamos que no podía prender la vela—, «feliz cumpleaños atrasado».

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora