11. Las cosas son peores cuando se está a solas con Lander Walsh.

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(Las cosas son peores cuando se está a solas con Lander Walsh)



—¿Quién eres tú?—el siseo que se desprende de la boca del chico es irritante.

Lander camina los últimos pasos que nos separarán y se planta frente a él.

—Alguien que a ti no te importa. Vámonos, Eira—él agarra mi mano y sin esperar respuesta de mi parte o de la del chico que dejamos atrás, me conduce hacia el otro lado de la calle.

—Lander—él no contesta—Lander—sigue caminado. Me detengo en seco, haciendo que él también lo haga—. ¿A dónde vamos?

Él se da la vuelta. Su rostro es serio y sus palabras también.

—No lo sé, tú dime. ¿A dónde pensabas ir?

Arranco mi mano de la suya y me echo para atrás, creando más espacio entre nosotros.

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

—Mierda, Lander, no. Yo...—paso una mano por mi cabello, respirando hondo—. Necesitaba salir de ahí.

—¿Salir por qué? ¿Te molestó lo de la comida? Te di la mía, te dije que no había ningún problema, y la chica se disculpó, no entiendo por qué...

—Lander—le corto con tranquilidad—. No es nada referente a eso.

—¿No lo es?

—No, no. Es sólo que... es algo estúpido.

Él se queda callado y quieto, mirándome. No tengo intención de contarle nada. No se lo he dicho a nadie en dos largos años y no estoy dispuesta a hacerlo ahora.

Pero ciertamente la ansiedad me está carcomiendo por dentro.

—Eira—pongo mis ojos en él—. Está bien.

Lo miro un rato, unos breves segundos. Noto la curiosidad en su cara, sé que se está mordiendo la lengua para no preguntar. Así que solo asiento.

—Está bien—repito.

Él me mira como si estuviera esperando algo más de mi parte, pero sólo me limito a estar quieta y callada.

Él da el primer paso.

Se acerca a mí y se coloca enfrente, baja la cabeza y aprieta mis manos, haciendo que deje de estrujarlas.

—No tienes por qué estar nerviosa. No está pasando nada, no te va a pasar nada—dice—. Bueno, no mientras estás conmigo. Vamos.

Él tira de mi brazo con suavidad y camina hacia el borde del andén, me pone detrás suyo y se voltea para parar un taxi, intercambia algunas palabras con el conductor y me hace una seña para que entre, él se sube a mi lado.

—¿Qué estamos haciendo? ¿a dónde se supone que vamos?

—Aguarda.

—Lander...

—Sólo aguarda un poco. No estamos tan lejos.

—¿Lejos de qué?

—Lejos de algo. Espera.

Suelto un suspiro de resignación y me hundo en mi puesto. El interior del taxi está oscuro, el conductor no nos ha dirigido ni una palabra y tampoco pienso que lo haga.

Veo por el rabillo del ojo a Lander colocar la bolsa blanca justo en el espacio que hay entre los dos, yo coloco la cartera en mis piernas y trato de ojear el interior de la bolsa.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora