17. Kiss me.

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(Kiss me)

Ella no era la única
que intentaba luchar contra sus propios demonios.


Durante varios minutos, ninguno de los dos dijo nada. Mi mirada se desvía de él al parlante que tarareaba la canción por lo bajo y luego, nuevamente, volvía a caer en su mirada.

—¿Por qué te empeñas en hacer esto?—pregunto. Mi voz sonó más firme de lo que esperaba.

—¿No te lo dije ya?—replica—. Quiero que dejes de mirarme de esa manera.

—No te miro de ninguna manera.

Lander me observa por unos breves segundos, suelta un suspiro y clava la mirada en el balcón.

—Sabes que sí. He estado pensando mucho en ese día, la manera en la que me miraste y yo... joder. No quiero que tú también me mires de esa forma—sus palabras sonaron afiladas, como si de alguna manera aquel ataque fuera directamente para mí.

—¿Por qué se supone que tendría que temerte, Lander?—inquiero. Mi espalda se despega del borde de la cama, exaltada—. ¿Por qué siquiera te preocupa lo que yo piense?

Las manos en su regazo habían empezado a temblar, pero era un gesto tan minúsculo que un segundo después, las vi completamente quietas en su regazo.

»¿Desde cuándo te importa lo que la gente piense?—sigo—. Hace unas semanas ni siquiera te habrías molestado en dirigirme una sola palabra. No para decirme algo más que tus monosílabos.

—Hace una semana ni siquiera habría tenido el valor de mirarte.

—¡Es que no te entiendo, joder!—me pongo de pie de un salto. Mi ceño se encuentra fruncido y la confusión en mi mirada se hace más palpable—. ¡Nunca te has interesado por mí, por lo que yo pienso! ¿Qué fue eso de llevarme a esa fiesta? ¿De ir al hospital? ¿De quedarte toda la jodida noche conmigo como si fuéramos amigos de toda la vida? Porque que yo recuerde, tú y yo simplemente somos compañeros de...

Mis palabras se ven amortiguadas. No, mis palabras se ven amortiguadas por la boca de alguien.

Mis labios quedan atrapados entre los de Lander. Su cuerpo se encuentra frente a mí, sus manos sosteniendo de manera posesiva mi rostro. No sé en qué momento se ha puesto de pie. Pero ahí está, frente a mí. Muy frente a mí.

Siento su cuerpo empujarme suavemente hacia atrás y estrellarme contra la pared. Lander no se quita de encima. No quita sus labios de los míos.

Mis manos se mueven hacia su pecho, pero en vez de empujarlo lejos de mí, mis manos toman en un puño su camisa, acercándolo aún más. El beso es brusco, posesivo y desesperado. Lander muerde mi labio inferior antes de volverlos a atacar con fuerza.

¿Qué mierda estás haciendo?

No lo sé. No lo sé y no me importa.

Pero lo necesito. Necesito sus labios, lo necesito a él. Justo ahora.

—Lander—mi jadeo queda amortiguado por su boca. Él no necesita que hable una segunda vez. Sus labios se separan de los míos con lentitud, como si aquel gesto fuera el acto más inquietante de su existencia—. Lander—repito.

Dulce Error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora