Capitulo 70

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 Después de calmarme un poco tomé conciencia de que quizá estaba por perderla para siempre. Así que tomé rápido mis cosas y me dirigí lo más acelerado al aeropuerto.

La busqué por todos lados. No estaba. Me dirigí al vuelo de donde se supone que ella estaría.

-Disculpe, quiero un boleto para volar a Liverpool esta tarde –le dije a la chica que atendía –Por favor.

Ella tecleó unas cosas en su computador y volteó a verme. Se quitó los anteojos un momento y se restregó los ojos.

Pero que lentitud de tipa. A mí lo que más me urgía era encontrar a __ y esta chava me entretiene más.

-¿Y bien?- le dije tratando de sonar lo más paciente -¿Cuánto será?

La tipa suspiró.

-Lo lamento chico –miró su computador –Ya no hay boletos. Se ha cerrado el vuelo.

Esas últimas palabras me jodieron el día más.

-Maldición –mascullé -¿Y que otra hora de vuelo tienes para allá?

Ella de nuevo revisó su computador.

-No hay más vuelos disponibles para Liverpool hasta dentro de 4 días.

¿4 días? Mierda. ¿acaso el mundo se puso hoy en mi contra?

Salí de ahí. Corrí rumbo la sala antes de que saliera el avión. Y creí divisarla muy a lo lejos subiendo al avión llorando. Corrí aun más de lo que pude. Los guardias me detuvieron, intenté que me dejaran ir hacia allá pero fue en vano.

Y me destrocé en el suelo de la sala.


(…)

Pasaron los 4 días. No hubo día que no viniera para el aeropuerto en busca de un vuelo disponible. Al final conseguí el boleto, no llevaba mucho dinero ya que ni lo tenía, y salí en busca de __, de mi adorada __.

En todo el vuelo no pude evitar dejar de pensar en ella… Al llegar a Liverpool me dirigí a la dirección que logró conseguirme Alison. Lo se, rarísimo. Pero ella me consiguió la vieja casa donde vivieron __ y sus padres hace dos años atrás.

Al llegar toqué un par de veces la puerta y me abrió nada más y nada menos que su papá.

-Señor…

El me reconocía. Yo lo sé.

-Muchacho… ¿has venido hasta acá por mi hija?- alzó las cejas –Vaya…

Quizá yo no era el gran tipo suficiente como para saber que hacer o decir y así agradar a su padre. Así que fui al grano.

-Señor… amo a su hija como jamás he amado a una chica –suspiré –No se si usted a llegado a sentir este amor… No se si me pueda entender –el se cruzó de brazos –Pero si vine hasta acá por ella es porque se que mi corazón late como un motor con ella y se ha acostumbrado aquel ritmo… Y si la pierdo para siempre sería una muerte segura a mi débil corazón.

El señor se sonrió amargamente.

-Muchacho- musitó –Hay cosas que yo no puedo meterme. Como en las decisiones de mi mujer.

“Joder” pensé “Ni que fuese marica este” quizá el comentario lo hubiese dicho en voz alta con mi tono sarcástico e humillante que me caracterizaba pero no… esta ves nada de eso.

-¡Pero la amo!- le dije –Y la decisión de estar conmigo es solo de ella- agregué –Incluso… nos vamos a casar.
Supongo el señor no sabía eso ya que abrió los ojos demás y puso una enorme expresión de sorpresa.

-Mi amor – era la voz de la señora madre loca de __ -¿Quién es?

Llegó y cuando me vio su expresión era aún de una mayor sorpresa.

-¿Qué haces tú aquí?- me dijo tratando de formular las palabras –Jamás pensé que vinieras hasta acá…

-Vine por __- le respondí firme –Y no me iré hasta encontrarla y llevármela.

Ella no tenía la misma expresión que de la última vez. Ahora parecía como si no supiera ni que decir.

-¿Dónde esta?- pregunté –Por favor señora… amo a su hija como jamas he amado… Y sin ella mi vida regresaría a ser un asco –hice una pausa –Yo era un estúpido fanfarrón que vivía solo para él mismo en su jodido mundo. No tenía nada estable y todo lo vivía rápido y a la hay se va –suspiré –Y re apareció __. Y ¿sabe? Me volteó todo.

Y su expresión para mi sorpresa se iba… suavizando.

-Por favor… Solo le pido que nos deje estar juntos, no le fallaré a su hija y haré lo que sea por tenerla absolutamente feliz.

-¿Tanto la amas?- preguntó mirando el vació -¿En verdad la amas?

Asentí.

Ella se quedó pensando un buen rato. No hacía mas que verse las uñas y parpadear. Ni su marido ni yo le dijimos nada. Hasta que al fin hablo:

-Ve por ella. Y hazla muy feliz. –hizo una pausa –No porque yo no haya podido serlo, signifique que ella también.


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