Dos

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Conociendo a Jhy Hoong

Lo primero que hago es revisar si hay algo de interés en el celular, alguna notificación sobre si Dederick ha puesto una nueva historia en su instagram. La verdad pone frases maravillosas y comparte lugares hermosos llenos de naturaleza.

Me estiro retorciéndome como una lombriz y me siento al borde de la cama para observar un punto fijo, siempre me pasa que me quedo pensando en nada. Me pongo mis pantuflas peludas- estas me las regaló July, aunque ese día no era ninguna ocasión especial estoy muy agradecida, son muy cómodas-. Me meto al baño para la misma rutina de siempre, cepillar mis dientes pero...

¿Qué creen? Según yo me estoy lavando los dientes con pasta dental, pero mi cepillo no tiene nada en él. Frunzo mi ceño y ahora si se la coloco y luego me ducho.

Salgo y asomo mi cabeza por la puerta, miro la ventana para asegurarme de que está con la cortina puesta, no vaya a ser que me vean en todo mi esplendor, ya que a veces tengo la manía de abrirla en cuanto me levanto solo para tomar un poco de aire. Me he despertado algo adormitada, así que había olvidado abrirla, eso es bueno.

Rápidamente me cambio, esparzo crema corporal por mi piel y un poco de perfume, ayer no lo hice debido a mi retraso. Bajo y tomo una manzana de la refrigeradora para guardarla en mi mochila para más tarde.

Observo a mi madre que está entusiasmada hablando por teléfono. Me hace una seña para que me acerque a su lado y salude a no sé quién. Con gran confusión me coloco el teléfono es mi sistema auditivo.

—Este... ¿Hola?—es lo único que logro articular, ni siquiera se quién és, así que; ¿qué debo responder a parte de eso?

—Ah, si, perdón hija no te lo dije, es tu hermano el que está al otro lado de la línea y quiere saber como te encuentras, ya le dije que estas bien, pero lo quiere escuchar por él mismo—mi cara se ilumina.

La última vez que mi hermano llamó fue hace como tres meses y tampoco ha venido de visita el muy descarado, así que ahora tomo el teléfono con más alegría. La verdad es que lo extraño, más por nuestras absurdas peleas.

—Samuelito, ¿cómo estás? ¡¿Pero qué te sucede?! ¿Por qué llamas hasta hoy? ¿Cuando vienes? ¿Té está yendo bien en la universidad?

—Calma pequeña, por ahora no podré ir, pero ten por seguro que haré vídeollamadas más seguido. Me alegro de que se encuentren muy bien ambas... —se escuchan voces, solo que lo que dicen no es tan legible—... Ahora me tengo que ir, me necesitan para un proyecto de la universidad, cuídate mucho y dile a mamá que la amo, adiós.

Y así termina la llamada, sin siquiera dejarme que me despidiera. Es que cuando lo vea se las verá conmigo el muy tonto. Mamá vuelve a entrar a la cocina ya con su bolso en mano.

—¿Ya terminaron con la llamada?—asiento sonriente—. Bien, hoy te llevaré al colegio, tu busito tuvo un problema y no vendrá por ti.

Salimos de la casa y durante el trayecto charlamos sobre mi hermano, de nuestras vidas personales, eso es lo que más amo de mi madre, que ella siempre me escucha y casi nunca tenemos filtro para hablar de algún tema por muy vergonzoso que sea, yo confío en ella y ella en mí. Aunque por ahora prefiero guardar a mi platónico en lo más recóndito de mis pensamientos.

Al llegar me despido de mi madre para posteriormente avisarle que me iré en autobús de regreso a casa. Ingreso al aula y está desierta. Coloco la mochila en mi puesto de siempre para tomar asiento. Observo mi reloj y aún faltan veinte minutos para las siete, vaya, me levanté muy temprano.

Dederick © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora