CAPÍTULO 32

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Dos días habían pasado, no había probado alimento, ni siquiera podía ir al baño, seguía atada tanto de manos como de pies. 

Mikhail no me dejó ver a Ricci, Amili, Gian o a quien fuera.

Era una salvajada lo que me estaba haciendo, se estaba ganando con sus acciones la guerra con Italia y esto no iba a quedar en el olvido. Él iba a sufrir e iba a pagar cada segundo que he pasado aquí.

Entra a la habitación Mikhail con una sonrisa al verme en la misma posición que siempre.

-Buenos días, te voy a contar que vamos a hacer el día de hoy

Se sienta a mi lado

-Voy a desatarte, te darás un baño y me acompañaras a desayunar, ¿te quedó claro?

Asiento con la cabeza. Desata mis pies, mis manos y después el de mi boca.

-Tienes 30 minutos

Sale de la habitación pero escucho que me encierra con llave. Entro al baño a hacer mis necesidades y después tomo una ducha. Al salir me cambió con un vestido de cierre ya que sola no podría ajustarme un corset. Desenredo mi cabello y me pongo mi tiara.

La puerta se abre y veo a Mikhail, 

-¿Lista?

Salgo junto con él y vamos en silencio hasta el comedor. Nos sentamos y veo a Ricci sirviéndome la comida.

-¿Te hizo algo? -le pregunto preocupada

-No, pero a usted si, ¿verdad?

Mira mis muñecas lastimadas.

-Es que es tan imbécil que cree que por tenerme amarrada va a cambiar mi carácter

-No vuelvas a insultarme

-¿O qué? -le digo desafiante -¿Vas a atarme otros dos días?, ¿toda la semana?

-No me hables en ese tono

-Eres un poco hombre, jamás serás un buen rey, eres un maldito desgraciado, inhumano

-Yo que tu me calmaba y comía

-Te odio y juro que pagarás por esto con creces

Mikhail comienza a reírse a carcajadas lo que me hace enfurecer, me levanto y lo golpeo en el rostro.

Mikhail de levanta furioso, me da una bofetada y me lleva casi arrastrando mientras me sujeta muy fuerte del brazo.

-SUÉLTAME -le grito

Bajamos por unas escaleras oscuras, después abre una puerta que parece ser de metal gruesa.

Me arroja al piso y caigo de rodillas. Levanto la vista y me quedo sin aliento, horrorizada por lo que mis ojos estaban viendo.

-Me llamaste imbécil, me desafiaste, me llamaste poco hombre, que era un maldito desgraciado e inhumano -dice Mikhail

Sale un hombre de negro con un látigo en las manos.

-Eso equivale a cinco latigazos

El hombre comienza a golpear con el látigo la espalda descubierta de Gian. Lo tenían atado con unas gruesas cadenas en pies y manos. Su rostro estaba manchado de sangre y podía notar su pómulo izquierdo morado, además de su labio reventado del que escurría sangre. 

Todo su alrededor estaba manchado de sangre. Con cada latigazo la sangre salpicaba más y más.

-NO, DÉJALO EN PAZ -le grito al hombre del látigo

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