CAPÍTULO 35

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Entro al castillo y veo a mi padre saliendo de una habitación.

-Chiara -dice mi padre tratando de acercarse a mi

-No te me acerques -le digo con amargura

Me mira desconcertado y claramente confundido por mi reacción. 

-No puedo creer que sea tan poca cosa para ti 

-¿De qué hablas? -me dice aún más confundido 

-Me vendiste a un imbécil prepotente por 50 malditos soldados -le digo con odio -No los necesitabas, la vida de tu hija vale tan poco para ti que es patético  

-Déjame explicarte...

-No quiero escucharte, ni siquiera verte, no tienes ni la más mínima idea de como me siento -comienzo a respirar con dificultad y a pesar del nudo que se me forma en la garganta sigo hablando -Me tuvo atada de pies y manos a una cama por dos días, me privo de alimento incluso de ir al baño -comenzaba a hablar cada vez con más firmeza -Trató de controlarme y como no pudo, a pesar del cargo que le dio su padre como si fuera el Rey, amarró a Gian con cadenas, por cada desobediencia, por cada insulto o grito era un latigazo para él y no me lo dijo hasta que Gian estaba bañado en su propia sangre, con apenas la fuerza suficiente para mantenerse de pie -tenía que sacarlo todo, echarle en cara todo mi maldito infierno -Mi madre estaba muriendo y ese imbécil se quedó con tus cartas, tuviste que mandar a Angelo y Basilio, pero sabes que hizo ese hombre al que me vendiste, no me dejó despedirme de ella -la voz se me quebra y las lágrimas brotan de mis ojos -Al tratar de rescatarme de ese infierno pierdo a Ricci por interponerse en una flecha que estaba dirigida a mi, ella se puso como un escudo para protegerme, porque eso era lo que siempre hacía, protegerme, perdí a la que me cuido toda la vida, perdí a mi segunda madre  

-Chiara...

-No me digas nada -le digo histérica -¿Querías verme destruida?, ¿querías verme como una miserable? -me estaba derrumbando por dentro -Pues felicidades Rey Baldassare, lo logró, me acaba de destruir como nadie jamás hubiera podido hacerlo -las lágrimas nublaban mi visión y no dejaban de salir una tras otra como una cascada  

-No digas eso mi niña... -dice llorando 

-Ahórrate tus dramas de Rey arrepentido, olvídate de mi, porque me perdiste el día que me entregaste por 50 soldados, claro que no lo supe hasta que toda mi vida se hizo una porquería 

Lo doy una última mirada y le digo 

-No me dirijas la palabra, porque solo te ignoraré, hagas lo que hagas o digas lo que digas, no te voy a perdonar, porque no eres capaz de regresarme todo lo que me arrebataron, así que ahórrate tu esfuerzo  porque no vas a ganar nada 

Me alejo de él y comienzo a subir las escaleras, pero me detengo para decirle algo más 

-Dile a tu bastarda que se mantenga alejada de mi o te juro que no respondo, de todos modos, ya no tengo nada que perder 

Al entrar a mi cuarto me sumerjo en la miseria. Me dejo caer sobre las rodillas y lloro todo lo que puedo. Con todo el dolor que surge de mi.

Después de no se cuanto tiempo, me levanto y me desvisto, lleno la tina y entro en ella. 

Mis ojos me ardían de tanto llorar, el pecho me sofocaba y no tenia ánimos de nada ni para nada.  

Después de que la piel se me pusiera como una pasa, salí de la ducha, me puse un camisón y me acosté en mi cama. 



No tenía noción del tiempo, con el cielo nublado y con mis cortinas cerradas no tenían diferencia los días de las noches. Mi inmenso dolor me consumía. Solo dormida podía descansar del dolor en el pecho hasta que me despertaba por las pesadillas una y otra vez. Con respecto a mi madre y a Ricci. Incluso tuve una con Gian, donde moría por tantos azotes que le daba personalmente Mikhail.

Tocan la puerta pero simplemente no contesto. Permanezco en la misma posición.

-¿Hermanita?

Ni siquiera la miro.

-Quiero que sepas que cuentas con todo mi apoyo

-Vete de aquí y no vuelvas a entrar -le digo sin ánimos  

-No se te quita lo amargada -dice molesta -Ahora somos iguales, unas huérfanas protegidas por el Rey, aunque la única diferencia es que a mi me ama y a ti te tiene lastima 

No tenía ánimos de pelear y si lo hacia menos se largaría.

 -Una lastima que hasta esa criada haya muerto, sufres el doble y ni imaginar como te sientes porque casi matas a Gian tu supuesta mano derecha 

Me levanto y le doy una bofetada tan fuerte que la tira al piso dando un grito de dolor.

-Escúchame bien maldita bastarda, no quiero que me dirijas la palabra, jamás -le digo furiosa -Si vuelves a acercarte a mi juro que voy a hacer más que darte una simple cachetada 

Me mira asustada y se pone de pie

-Te prohíbo que entres a mi cuarto o atente a las consecuencias, ya no tengo nada que perder así que puedo matarte sin remordimientos, porque el dolor me tiene cegada

-No volveré a entrar, lo siento, no quise molestarte 

-No, si querías molestarme y burlarte de mi sufrimiento, pero déjame decirte que estoy dispuesta a terminar con todo el que trate de pisotearme, no voy a volver a ser humillada por nadie y mucho menos por una bastarda tan insignificante como tu 

Agacha la mirada 

-Lárgate y no vuelvas 

Sale casi corriendo y me siento en la cama, aturdida por lo que acababa de pasar. No era yo misma, era como si la antigua yo saliera en defensa de lo que ahora soy, una simple chica sumida en un pozo tan profundo que al recordar a su madre y a Ricci vuelve a ahogarse en el sufrimiento, en la desesperación y en la culpa de no haber podido salvarlas.

La vida era injusta, me habían arrebatado a dos seres fundamentales en mi vida y a mi me dejó aquí sufriendo por sus perdidas. Y me hacía cuestionarme cuál era mi propósito en esta vida o si volvería a ser la Chiara que alguna vez fui. 


Entre DinastíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora