Una semana desde la partida de Gian.
Fue más difícil de lo que creí, porque cada hora era una tortura mayor a la anterior.
En las noches no pegaba ojo porque las pesadillas eran más constantes y cada vez más largas y realistas.
En el día no me consentraba en los informes, ni siquiera la lectura me ayudaba.
La comida no me sabía a nada y sinceramente no me daba apetito.
Mis nervios cada vez estaban peor y no solo tenía un dolor en el pecho, ahora también tenía un nudo en el estómago que me acompañaba en cada momento del día.Ni siquiera las gotas para dormir eran buena opción ya que me resultaba más difícil despertar de las pesadillas.
Mis doncellas no dejaban de preocuparse por mi y me hacía cuestionarme si fue buena idea escogerlas y acerlas pasar por esta angustia.
Estaba sentada frente a mi padre, yo estaba trantando de concentrarme en los números pero mi vista me hacía pasar malas jugadas y cambiaba los números. Mi padre por otro lado estaba revisando la correspondencia.
-SI -grita de felicidad espantandome
-¿Qué ocurre?
-Mikhail está muerto, la princesa Melissa ahora es quien tomará el trono y será desposada con un futuro Rey preparado para asumir el cargo de dos reinos.
-¿De verdad? -le digo con una sonrisa
-Ganamos
Me levanto y me abraza eufóricamente.
-Llegan hoy mismo
-¿Quién escribió la carta?
-Messina
-¿Como están los soldados?
-Hubo pérdidas de hombres, evidentemente
-¿Cómo está Gian?
-No mensiona nada
-¿A qué hora llegan?
-Por noche, no especifica una hora
Estaba preparándome para la ceremonia de celebración por la victoria.
Mi vestido era tinto, con mangas de encaje al igual que toda la espalda. La faldilla que daba hasta mis talones era lisa y amplia. Traía puestos mis tacones y sobre mi cabeza la corona que me regalo mi madre.
Bianca había alisado por completo mi cabello.
Bajé hasta la habitación del trono, había mucha gente importante ahí y al verme entrar todos hicieron una reverencia, camine hasta el trono y me quede parada al lado de mi padre a su lado derecho.
Se anunció la llegada de nuestros valientes soldados con unas trompetas que resonaron por todo el castillo.
Entraron muchos soldados del primer pelotón, después del segundo y al final del tercero.
Todos hicieron una reverencia y mi angustia solo crecía cada vez más al no ver a Gian por ninguna parte.
Los soldados abrieron paso al centro de ellos y entró el señor Messina portando nuestro estandarte en alto. Se puso debajo de los escalones que había para llegar al trono y se hinco ante el Rey. Todos hicieron lo mismo. Después entró Angelo, que era el líder del tercer pelotón, se puso a la derecha de Messina y también se hinco.
Y entonces por fin lo vi, Gian entró a la habitación y pude soltar el aire que estaba conteniendo. Se pone a la izquierda de su padre.
Pero no soy consiente de mis actos, solo corro hacía él, lo levanto y lo abrazo con todas mis fuerzas. Enterrando mi rostro en su pecho.
Gian me envuelve en sus brazos y besa mi frente.
-Gracias por volver -le susurro entre lágrimas
-Nadie va a alejarme de ti princesa -me susurra también
-De pie -dice mi padre
Me separo de Gian pero entrelazo nuestras manos y permanezco a su lado.
-Soldados cada uno de ustedes ha demostrado su fidelidad por la corona del reino de Italia, sus esfuerzos serán recompensados, pero no hay nada que se compare como su victoria, esa es sin duda su mejor recompensa
Todos estallan en aplausos y gritos de victoria
-Han enorgullecido a su Rey, y han dejado en claro que al reino de Italia se le respeta o se atienen a las consecuencias
Mi padre los mira a todos
-Pueden ir a descansar, mañana habrá un festín para todas sus familias, en su honor, por el triunfo del Reino de Italia
Todos vuelven a aplaudir y comienzan a dispersarse de la habitación.
Gian y yo salimos al patio para dar un paseo, pero nos sentamos en una banca que es de mis favoritas.
-¿Cómo estás? -me acaricia la mejilla Gian
-Mejor ya que estás aquí
-Te extrañe mucho
-Y yo a ti, cada momento era agonia, no tenía noticias tuyas y temía que tu...
Gian besa mi mano.
-Por suerte no me paso nada
-No fue suerte, fue tu gran habilidad
Me da un beso en la frente.
-No había ni un solo momento en el que no pensara en ti -me susurra -Siempre estuviste en mi pensamiento, eras el motor para que no me rindiera, he visto todo el sufrimiento que ese miserable te dejó y tenía que pagar con sangre cada una de tus lágrimas
-¿Lo torturaste?
-No hace falta dar detalles, solo importa que él está muerto, ya no tienes nada que temer
-En tus brazos jamás tengo miedo
Me recargo sobre él, mientras me abraza de la cintura.
-Chiara...
-¿Si?
-La vez que hablé con tu padre en su oficina, donde le gritaste para que te abriera, ¿lo recuerdas?
-Si, creí que te estaba matando
-Lo que desató su furia, no fue que yo negara al hijo de Fiorella
-¿A no?
-No, le dije que estaba enamorado de ti
Lo miro sorprendida.
-Fui de lo más sincero, obviamente no lo tomó nada bien, aunque mejor de lo que esperaba ya que te juro que creí que al confesarlo me mataría
-¿Pero por qué no me lo dijiste a mí?
-Porque no quería ilusionarte, sigo creyendo que mereces a alguien mejor que yo
-Y si te digo que no necesito otra cosa que no sea tu amor, tu tiempo, tu atención y dedicación
Me acaricia el rostro delicadamente, mientras me mira a los ojos.
-Te diría que te conformas con poco
-Nunca he sido conformista, si te digo que contigo lo tengo todo, es porque así es
Me toma la cara entre sus manos y se acerca a mi para juntar nuestros labios.
Comenzamos a movernos sincronizadamente, dejando que nuestras emociones expresen todo, sin palabras.
Él baja sus manos a mi cintura y esta vez soy yo la que toma su rostro entre mis manos, para acariciarlo lentamente.
Lo había extrañando tanto, y sus labios sabían exactamente igual a como los recordaba. Eran suaves y al besarme lograba hacerme sentir tanto que me llevaba hasta las nubes.
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Entre Dinastías
Tarihi KurguPara el año 3000 ya se habían sufrido 5 guerras mundiales, en donde tener la paz entre todos era la única supervivencia después de haber pasado por tanta violencia. Pero no solo las guerras terminaron con el mundo que se conocía, las catástrofes y...