Capítulo 1

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El muchacho tenía encanto y lo sabía. También sabía como usarlo. Lo derramaba despreocupadamente aquí y allá, con la languidez de quien concede una limosna a alguna de las miradas hambrientas que lo acechaban en el salón. Aquel era su reino y él, un soberano caprichoso que regalaba su atención sólo a los súbditos más generosos.

-¡Usted por aquí, señor Houston! Se le echaba de menos...- dijo enseñando una sonrisa casi infantil al tiempo en que se contoneaba un poco para tomar su lugar detrás de la barra.

El hombre mayor se revolvió en su taburete, satisfecho por la bienvenida y atisbando furtivamente las redondas y casi femeninas caderas del muchacho.

-¿Le preparo lo de siempre?- preguntó el joven tomando una copa.

El hombre asintió. No sin deleite, lo observó voltearse para preparar aquella poción que él mismo había creado en su honor y a la que lisonjeramente bautizó "Houston".

-Su trago- dijo al tiempo en que sus manos lo ofrecían con delicadeza.

El cliente le devolvió la sonrisa y dio el primer sorbo, reencontrándose con ese sabor que le parecía casi tan delicioso como el muchacho.

-Imagino que en mi ausencia no lo has preparado para nadie más...

El joven bajó la vista, cuidando intencionadamente de succionarse los gruesos labios antes de responder.

-Claro que no, señor Houston. Es suyo y lo hago sólo para usted. Por eso lleva su nombre.

Había algo incitante en su mirada cansina. Parecía estar siempre a punto de salir de la cama...o entrar en ella. Algo en su expresión hacía pensar en sábanas. Quizá fuera la calidez que reposaba en sus grades ojos avellana o el destello pícaro que sus largas pestañas no lograban  ocultar. Tal vez fuera su voz, profunda y pausada. En cualquier caso, sabía usar y dosificar sus atributos para coquetear con los ejecutivos que frecuentaban el bar y convertirse, al final del día, en el más prolífico recaudador de propinas.

De pronto, la puerta se abrió y una alta figura de hombre atravesó el salón con paso decidido y la vista fija en el joven atrás de la barra. El muchacho pareció sobresaltado. Su mirada se tornó huidiza, como si deseara escapar de aquel lugar en ese preciso instante.

El recién llegado avanzó. Era un hombre alto, de apariencia recia y agradable complexión mediterránea. Y su expresión severa no parecía rendida al seductor influjo de aquel joven.

-¡Julian!- dijo con autoridad mientras con un movimiento de cabeza parecía exigirle que lo acompañase a un lugar a resguardo de oídos y miradas ajenas.

El muchacho se aprestó a obedecer de inmediato.

-¡Ey, ey, espera!- susurró Houston reteniéndolo por la mano- Akram puede atenderlo- dijo señalando al muchacho indio que también trabajaba en la barra.

-Pero...es que...- respondió titubeante.

-Vamos, quédate. Estás conmigo- protestó- Que tu compañero se encargue de él.

-Es que creo que...el señor...

-¡Julian!- volvió a reclamar la voz, esta vez en un tono que no admitía demoras ni excusas.

Sonaba como un hombre acostumbrado a dar órdenes y ser obedecido.

-Lo siento señor Houston- se excusó torpemente antes de alejarse a un costado del bar.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora