Capítulo 35

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Quien sea que estuviese tocando a la puerta, parecía estar en una urgencia.

-¡Ya voy!- gritó Julian con desgano.

Avanzó descalzo, a paso cansino.

-¡Nick!- exclamó sorprendido al verlo de pie frente a él.

-Jules...- susurró.

Con expresión desesperada, el visitante dio un paso adelante. Y con la misma urgencia con la que segundos atrás aporreaba la puerta, se aferró a Julian. Una mano por detrás de la nuca, la otra atenazando la mandíbula. Su beso furioso se abrió paso como un río desbordado, arrastrando fuera de su cauce amor, deseo, añoranza y remordimiento. Todo cuanto lo había atormentado durante tanto tiempo.

Avanzaba, mientras Julian retrocedía sin resistencia, correspondiendo a su abrazo.

-Lo siento, amor...lo siento...- repetía Nick- te juro que lo intenté...intenté alejarme de ti pero no puedo- murmuraba mientras sus labios paseaban erráticamente por el rostro de su compañero.

Julian cerró los ojos y ofreció su cuello, incapaz de creer que aquel reencuentro soñado noche a noche y anhelado día tras día estuviese ocurriendo al fin.

-Estás aquí...por fin estás aquí...- atinó a murmurar- te amo...te amo tanto.

La memoria de su cuerpo atesoraba el recuerdo de Nick. Sus manos, el aroma de su cabello, la cadencia de su respiración cuando se aceleraba. Todo estaba allí, otra vez. Siguiendo la huella trazada tantas veces, llegaron hasta la cama. Botones desprendidos y el ruido de tela rasgándose fue el último sonido antes de encontrarse desnudos sobre las sábanas.

Nick descendió por aquel cuerpo que había añorado tanto y ensayó en él las maniobras con las que tantas veces lo había hecho suyo. Recorrió su geografía accidentada, embarcándose en un viaje que, como quien conoce su terruño, podía hacer casi a ciegas. Las hendiduras de sus clavículas dibujaban pequeños valles que recorrió sin prisa antes de vagar por la llanura de su pecho. Se deslizó por sus caderas, sinuosas como dunas, antes de desembocar en el estrecho desfiladero que separaba sus muslos.

Julian apenas pudo morder sus labios mientras su espalda se arqueaba como la de un gato. Su propio grito de satisfacción le hizo abrir los ojos. Aquel pequeño acto de apariencia inofensiva fue suficiente para devolverlo a la realidad. Nick no estaba a su lado y su imagen se desvanecía tal como lo hacía cada vez que abandonaba el reino de los sueños.

Una aguda puntada en la sien le recordó lo mucho que había bebido, otra vez.

Dejó con dificultad el lecho sin sábanas. Los cuerpos desnudos de dos jóvenes dormidos en el sofá lo pusieron sobre la pista de que había sido otra velada agitada, de la que como siempre, recordaba muy poco.

Se vio a sí mismo, también desnudo. Los magullones esparcidos por su cuerpo parecían ser la única huella de la noche. Era difícil ser cuidadoso estando ebrio. Y lo era aún más si todos lo estaban.

Esquivando botellas vacías se abrió paso por la sala hasta el tocador. La tina estaba llena y dentro de ella, otro hombre cuyo rostro recordaba vagamente tomaba un baño.

Sin hablar, Julian entró a la bañera y se sentó frente a él.

-Buenos días, Jules- dijo el desconocido.

El mal humor matutino unido a la resaca hizo que obviase el saludo.

-¿Tú eres...?- preguntó con indiferencia.

El muchacho sonrió.

-Matt...te acostaste conmigo anoche- agregó intuyendo que el dueño de casa apreciaría el dato.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora