Capítulo 38

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Nick se lavó la cara y observó en el espejo su rostro mojado. Hubiese sentido lástima de sí mismo, de no pensar que lo merecía y que él era la única causa de lo que le ocurría.

"Serás de otro y está bien", pensó. Lo supo el día que lo dejó partir. El día en que, pudiendo hacer lo que quería, hizo lo que creyó que debía. Tarde o temprano, amaría a alguien más. Era algo que simplemente sucedería. Aunque hubiese deseado no enterarse jamás, refugiarse en la ignorancia, en esa eterna barrera contra todo dolor.

Salió cabizbajo para reunirse con Fabrizio.

-No hubo que hacer mucho- le informó- para cuando llegué, ya se habían ido.

-Qué bien, un problema menos...- dijo suspirando con alivio.

Nick lo miró. Pensó que la suerte estaba echada. Julian no estaba destinado a ser más que un bello recuerdo, probablemente el mejor de todos. Y Fabrizio...él era el presente y quizá debía aceptar el amor que le ofrecía. Debía tomar lo que la vida le daba y seguir adelante. Aprender a ser feliz resignadamente. Lo observó de un modo extraño, con una mirada que su compañero jamás había visto aposentarse en sus ojos. Era una mezcla de ternura y mansedumbre frente a un amor que no sabía si sería capaz de corresponder pero al que tal vez debía entregarse con la aceptación de quien se rinde a lo inevitable. Un amor que se le ofrecía sin condiciones y que merecía más. Más que el regalo de un par de noches compartidas con más gratitud que deseo, ocultándose en la más tenue de las penumbras para así pensar en aquel rostro añorado que Fabrizio no lograba suplantar. Merecía más que la incierta esperanza de alguna vez ser correspondido.

-¿Sucede algo?- dijo Fabrizio observando aquella mirada desconocida que parecía envolverlo hasta aislarlo del mundo que los rodeaba.

Nick no contestó. Sólo avanzó unos pasos y tomándolo por las mejillas dejó un beso sobre sus labios. Jamás lo había hecho.

-¿Y eso? ¿Por qué?- preguntó Fabrizio con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.

-Porque soy afortunado de tenerte cerca.


Pasó sólo un rato. Una mirada al salón fue suficiente para dejarle saber que Julian y su acompañante seguían allí. Albert reía animadamente mientras susurraba al oído de su compañero. Por su propio bien, apartó la vista. De no haberlo hecho, tal vez hubiese notado la expresión demudada de Julian tras ser testigo de su súbito arrebato de afecto. Hubiese deseado no verlo, tener la templaza suficiente para que sus ojos dejaran de perseguir los pasos de Nick pero no pudo hacerlo. Contra su voluntad y su razón, seguía atesorando cada segundo de su presencia. Por un momento, pasó por su mente la idea de que aquel tierno beso tenía como único objetivo mortificarlo a él. Herirlo, hacerle pagar por ser el hijo de su padre.

Iba a proponerle a Albert que salieran de allí cuando oyó una voz gritar su nombre.

-¡Jules! ¡Jules!- repetía un joven agitando los brazos en dirección a ellos.

Julian alzó la vista intentado divisarlo. Se acercó, flanqueado por Albert.

-¿A quién llamas, Fab?- preguntó Nick comenzando a alarmarse.

-A ellos- dijo señalando a la pareja.

-¿Los conoces?

-Al más alto, ¿ves? Ese que está junto al hombre de rizos. Éramos compañeros en la preparatoria.

Apenas lo tuvo cerca, Fabrizio abrió los brazos.

-Fabrizio Moretti- se presentó con una sonrisa- preparatoria Dwight, Manhanttan, ¿me recuerdas? (1)

-Claro...claro que sí- respondió Julian con una sonrisa incómoda.

-Estábamos juntos en los talleres de arte.

Nervioso, asintió con la cabeza.

-¡Qué gusto verte!- continuaba Fabrizio y sin más preámbulos, lo abrazó- ¿Cómo está tu madre?

-Bien- respondió con una timidez desconocida- con su familia, en Dinamarca.

Conociendo el reciente escándalo de Elite, tuvo la gentileza de no preguntar por su padre. En su lugar, miró cordialmente a Albert y eso fue suficiente para que Julian cayera en la cuenta de que debía presentarlo.

-Él es Albert...un amigo...

Intercambiaron sonrisas y Fabrizio añadió.

-Y él es Nick, mi socio.

-Tu socio...- repitió en un tono casi inaudible.

Julian lo miró con una expresión desdeñosa que sólo ocultaba despecho. No tuvo más remedio que fingir no conocerlo y ofrecer un saludo mientras Albert extendía la mano con el gesto pícaro de quienes comparten un secreto.

-¿Están solos?- preguntó el anfitrión.

-Sí- respondió Albert ante el tenaz silencio de su acompañante- es la primera vez que venimos aquí. Ni siquiera hicimos reservas.

-¿¡Entonces no han cenado!?- dijo el dueño casi preocupado.

Sin darles tiempo a responder, les propuso.

-No falta mucho para cerrar. Si no tienen otros planes, quédense y cenemos todos juntos. Habrá tanto que hablar- dijo palmeando el brazo de su antiguo compañero de escuela.

Julian estaba apunto de rechazar la oferta pero Albert se adelantó.

-Eso sería genial, ¿no crees?

-Sí, claro...- respondió mirando el piso.


Como cada noche, la pequeña banda de jazz cerraba la velada con melodías que invitaban a que la concurrencia bailase.

-¿Vamos a ser los únicos en quedarnos quietos?- preguntó Albert mirando a Julian y a su improvisada nueva compañía.

-Claro que no- respondió su amigo y partió a su lado rumbo a la pista.

-¿Qué dices, Nick?- preguntó Fabrizio envalentonado por aquel beso inesperado e invitándolo a dejar su sitio en la barra para unirse a los otros.

-Si tú quieres...- respondió poco convencido.

Ambas parejas bailaban muy cerca. La alegría desbordante de Fabrizio y el ánimo festivo de Albert se complementaban muy poco con los semblantes de Julian y Nick. Quizá notando la escasa disposición de los dos, en un movimiento rápido y elegante, propio de quienes saben bailar, Albert tomó la mano de Fabrizio formando así nuevas parejas.

Frente a frente, Nick y Julian se vieron. Quedaron inmóviles un instante hasta que la alegría de sus compañeros pareció sacarlos de su letargo.

Bailaron sin entusiasmo ni gracia hasta que la música acabó y la banda cerró la noche con una lenta melodía. Volvieron a verse y en esta ocasión, Julian no pudo resistirse. Le echó los brazos al cuello, como solía hacerlo en sus mejores días juntos y se acercó despacio, casi pidiendo permiso. Nick no lo rechazó, no hubiese podido hacerlo así su vida dependiera de ello.

Se vieron a los ojos. La mirada de Julian parecía implorante aunque no reclamaba nada de él. Sólo deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante y le permitiese contemplarlo, estar cerca de Nick hasta saciar sus infinitas ansias de verlo, esas que lo atormentaban cada día. Por un momento, se preguntó cómo seguiría adelante, cómo afrontaría las horas cuando aquel momento extraordinario terminase y volviera a alejarse de él.

Sus ojos tristes se refugiaron en el suelo y su frente buscó apoyo sobre el mentón de Nick. Se sorprendió al no encontrar su rechazo, al sentir sus brazos estrechándolo con el calor de siempre, apenas un poco contenido, quizá buscando evitar la expresión de Fabrizio que comenzaba a cambiar mientras los observaba bailar tan juntos.

-¿Aún me quieres?- susurró Julian.

La música acabó sin que obtuviese respuesta.

(1) En la vida real, Julian, Fabrizio y Nick se conocieron en la preparatoria Dwight. Tenían 15; 14 y 13 años respectivamente.

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