Capítulo 24

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Con mayor claridad mental, Julian hubiese buscado un teléfono público que volviese a ponerlo en contacto con Nikolai. Su amigo estaba preocupado, probablemente sería el único que lo estaba y él...él necesitaba su ayuda. Pero sus pensamientos estaban lejos de calmarse.

Caminó sin rumbo hasta dar con el último lugar que podría serle de provecho: un bar. Entró, reencontrándose con la atmósfera familiar de tabaco y bullicio. Su aspecto desencajado hacía que todos los presentes lo observasen a su paso pero él ni siquiera podía notarlo. Los últimos jirones de lucidez parecían haber quedado en casa de su padre, ofrendados frente a Nick y sus ojos llenos de dicha.

Tomó lugar frente a la barra y sacó de su bolsillo todo el efectivo que portaba. No era poco.

-Déme todo esto en vodka- dijo como lo haría un niño que compra sus golosinas sin saber de matemáticas.

El barman lo observó unos instantes preguntándose si no estaría ganándose un problema hacia el final de la noche pero el aspecto miserable de Julian lo convenció de que sólo estaba frente a un ebrio melancólico.

-Aquí tiene, señor- dijo extendiéndole un vaso corto y dos botellas completas.

Comenzó a beber, rápido, un trago tras otro, como si estuviese sediento. Y en efecto, así estaba. Sediento de olvido, de paz. Deseoso de ahogar aquel desengaño que venía a engrosar una larga lista de añejas decepciones. Deseoso de que algo mitigase la ira incontrolable que, sin haberse abatido contra nadie, ahora lo hacía sobre él.

Una mujer exuberante, de labios rojos y melena abundante, ocupó sitio junto a él.

-¿Me invitarías un trago?- preguntó en un tono afable que parecía contrastar con su aspecto seductor- Es mucho para ti solo...

-Sírvale lo que quiera- gruñó Julian mirando al barman, sin poner atención a ella. El hombre lo miró con un gesto de desaprobación pero tampoco pudo advertirlo.

-¿Estás solo?- insistió la mujer.

-Lo estaba, antes de que vinieras a molestar.

-Eres grosero, ¿lo sabes?- dijo ella.

-Déjame en paz, maldita puta- respondió sin mirarla.

-¡Infeliz!- masculló levantándose violentamente antes de alejarse.

Testigo del altercado, el barman se acercó y murmuró a su oído.

-Oiga, si quiere permanecer aquí, compórtese. Me importa una mierda cuánto ha gastado o piensa seguir gastando, no quiero líos.

-Está bien, está bien...tranquilo, amigo- dijo Julian arrastrando la lengua y enseñando las palmas como quien pide calma.

Se volteó para ver a la mujer, de vuelta en su mesa y le arrojó un beso al aire. Ella dio vuelta la cara.

-Parece que se enojó...- dijo echándose a reír tontamente- llévele un pedazo de pastel y dígale...dígale que no me gustan las mujeres pero igual la quiero mucho...

El barman cerró los ojos y meneó la cabeza. "Al menos es un borracho inofensivo", pensó.

Dos horas y una botella más tarde, Julian seguía allí. Bebiendo, sollozando de a ratos, con el rostro escondido entre los oportunos mechones de cabello que no se ocupaba de remover.

Viéndolo en ese estado, con las defensas aparentemente debilitadas por la embriaguez, un hombre se acercó a él. Había escuchado la discusión con la mujer y su conversación con el barman. Desde entonces, no le había quitado los ojos de encima.

-¿Te encuentras bien?- dijo sentándose a su lado.

Hubiese sonado como una honesta y gentil preocupación, si no hubiese formulado su pregunta al tiempo en que su mano rozaba el muslo de Julian.

-No, amigo. No lo estoy...la vida es una jodida mierda...- dijo con la vista perdida en el fondo de su vaso.

"Está ebrio como un cosaco", pensó al escuchar su voz y notar sus ojos adormilados. Aquello suponía una oportunidad inmejorable de llevar a la cama un jovencito guapo que de seguro, en sobriedad, no posaría sus ojos en hombres con edad más que suficiente para ser su padre.

Extendió su mano suavemente para despejar el cabello del rostro de Julian. Se humedeció los labios contemplando su bello perfil.

-¿Cómo la vida podría ser miserable para un joven tan encantador?- preguntó y la mano corrió por su espalda.

No importaba cuán ebrio estuviese, Julian reconocía aquellas maneras. No era la primera vez que se topaba con un aprovechador y no parecía dispuesto a dejar que algunas experiencias se repitieran.

-Aléjese de mí- dijo sin dejar de beber.

-No te ves bien, hijo...puedo alcanzarte donde vayas...

-¿Qué parte no comprende? Aléjese de mí...

Sabiéndolo sin fuerzas, el hombre no retrocedió.

-Escucha, cachorro...- dijo acercándose más y dejando que su brazo envolviese la cintura del muchacho- los he vistos más ariscos que tú y...

Fue entonces que, pese a todo el alcohol, la ira que bullía en su interior brotó en su ayuda. Se puso de pie de un salto, casi sin tambalear y le propinó un empellón tan fuerte que lo derribó del taburete.

-¡Qué me dejes en paz, viejo marica!- gritó.

Se desató un alboroto.

-¡Te dije que no quería problemas!- gritó el barman mientras vociferaba los nombres de quienes sin duda serían el personal de seguridad del establecimiento.

Dos hombres corpulentos se hicieron presentes en el salón. Uno de ellos inmovilizó a Julian, a la manera policial, reteniéndolo por los brazos y la nuca. Su resistencia fue muy modesta pero aún así lo retiraron entre los dos, por la puerta trasera.

Apenas estuvieron sobre el callejón, lo arrojaron con violencia contra los botes de basura. Incapaz de atajarse, su cuerpo cayó como un muñeco de trapo.

-¡Maldito ebrio!- grito uno ellos amagando con volver a entrar.

Desde el suelo, se oyó el quejido de Julian. Estaba consciente, intentando vanamente ponerse en pie. Les pareció mera cuestión de tiempo que, como todo borracho, volviese al salón a molestar. Decidieron remediarlo.

El primero avanzó hacia el joven indefenso, propinándole dos fuertes patadas con la punta de sus botas. La primera impactó en sus costillas. La segunda en el abdomen, con tal fuerza que el cuerpo de Julian giró sobre sí mismo, alejándose de sus agresores.

El segundo lo tomó por las solapas y lo separó del suelo. Incontables puñetazos impactaron sobre su rostro que en segundos, se cubrió de sangre. Sólo cuando dejó de gemir y moverse, lo soltaron para entrar nuevamente al bar.

Y la noche siguió su curso, para todos. Mientras Julian, ebrio, herido e inconsciente, yacía a la intemperie.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora