Capítulo 41

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No podía seguir acechándolo. Lo sabía ahora y quizá lo supo siempre. La vana ilusión de protegerlo, a la distancia y en las sombras, sólo servía para ocultar y ocultarse sus ansias por verlo. Lejos de beneficiar a alguien, aquellas enfermizas excursiones nocturnas parecían abrir nuevas heridas y mantener abiertas las viejas. Debía ponerles fin y lo haría, no sin antes hablar con Albert. Aquella compañía, a su juicio tan perniciosa, que Julian había elegido para sustituirlo. Una mañana, lo siguió a su apartamento.

-¡Albert!- gritó.

Con los ojos cansados después de una noche agitada, el joven se volvió.

-¿Sí?- dijo sin dar señales de haberlo reconocido.

-Soy Nick...Nick Valensi, de Moretti's.

-¡Oh, claro!- respondió acercándose a saludar- El socio de Fabrizio...

-Así es...

-Es muy temprano- dijo echando un vistazo a su reloj- ¿Qué haces aquí?

-Necesitaba hablar contigo.

-¿¡Conmigo!?

-Sí...tal vez quieras acompañarme...- respondió señalando un pequeño bar que recién abría sus puertas.

-Mejor vamos a casa, ¿sí? Estoy hecho polvo- confesó como si no fuese evidente.

Extrañado pero con buena disposición, Albert le ofreció un café que Nick rechazó para comenzar un extraño discurso lleno de rodeos. El dueño de casa lo interrumpió a los pocos minutos.

-Discúlpame pero he bebido, entre otras cosas. Tal vez esa sea la causa de que no acabe de comprender del todo este sermón alrededor de Julian.

-No te pido que comprendas. Te pido que no lo empeores.

-Déjame ver si entiendo- dijo frotándose la frente con gesto de concentración- un completo extraño me espera al amanecer para hablarme de Julian. Ni siquiera me dice por qué pero de todos modos se permite dejarme saber que soy una mala influencia para él. ¿Será mucho pedir que me expliques a qué carajo viene esto?

-Es una larga historia, tal vez ni siquiera valga la pena. Pero lo que sí sé es que Julian no era así antes de conocerte.

-Tampoco era así antes de que le cagaras la vida- respondió con serenidad.

Nick dio un respingo.

-¿Te...te lo ha dicho?- atinó a murmurar.

-Digamos que...me ha contado una historia. Y la noche que cenamos en Moretti's supe que eras tú. Se necesita ser ciego o estúpido para no ver el modo en que se miraban. Y la escena que se montó Julian mientras estábamos en la mesa...eso no era para mí, amigo- dijo Albert apurando su café.

Turbado, Nick permaneció un instante en silencio frente a la indolente mirada de su interlocutor que, lejos de irritarse ante la insólita situación, parecía disfrutar su desayuno con total tranquilidad.

Ante el tenaz mutismo de su acusador, Albert volvió a hablar.

-Puedes culparme, si eso te hace sentir mejor. Pero tú lo llevaste a esto- dijo señalándolo con una galleta- Y también podrías sacarlo- continuó tras darle un mordisco- pero no lo haces.

-No comprendes...nada es posible ahora...

-¡Deja de decir que te alejaste por su bien! Lo haces porque sientes vergüenza. Y no está mal, supongo...pero también eres un cobarde que no se atreve a enfrentarlo después de lo sucedido. Prefieres pensar que lo echaste a perder antes de tomar el riesgo de recuperar lo que tuvieron...o lo que tienen, no lo sé. Quizá tampoco tú lo sabes pero parece que no quieres averiguarlo.

Súbitamente, los roles se invertían y era Nick quien comenzaba a sentirse interpelado por aquel al que planeaba interpelar. La dureza de sus palabras, camufladas bajo su aparente apatía, lo irritaba.

-¿¡Cómo te atreves!? ¿¡Quién demonios crees que eres, Albert!?

El joven no se inmutó y comenzó a beber su segundo café.

-Jules sí quería rescatar lo que quedaba- continuó como si no lo hubiese oído- Confiaba en ti, pese a todo. Confiaba en ustedes. Le diste todos los motivos para odiarte y aún así no pudo hacerlo. Esperó por ti, te visitó...pero te negaste. ¡Si hasta huiste como un cobarde al salir de prisión! Pero ahora resulta que yo soy el culpable. Te sugiero seriamente que pienses dos veces antes de llamarme mala influencia.

Nick bajó la vista. No le gustaba lo que oía, tal vez porque era cierto. Aquel borracho que desayunaba despreocupadamente se atrevía a decirle a la cara lo mismo que él bregaba por silenciar cada vez que apoyaba la cabeza sobre su almohada.

Había sido un cobarde, sí. Había perdido la batalla contra aquel remordimiento inmenso que lo impulsaba a huir. Le parecía imposible sanar las heridas que él mismo había causado. Reparar la confianza dilapidada. Todo aquello suponía riesgos. Transitar un camino que alguna vez fue de rosas pero en el que ahora habría sin duda algunas espinas. Se necesitaban agallas. Y tal vez Julian las tuviese pero él no.

-Albert...- dijo y su voz parecía implorarle que callara de una vez- sólo he venido aquí porque me preocupa Jules.

-Pues ya no tendrás que preocuparte, amigo. Se va a Inglaterra.

-¿¡A Inglaterra!?

-Hace lo correcto. Si tengo alguna culpa, es haberlo llevado a Moretti's. Desde que sabe donde estás, no vive en paz. Sólo se esfuerza por no ir a verte. Y sabiendo que no tiene esperanza...es una agonía, ¿no crees, amigo?- preguntó con liviandad, atiborrándose de malvaviscos- ¿Quieres? Están buenos...

Nick apenas pudo oírlo.

-Pero...no...no puede irse...¿Tiene familia allí?

-No, no tiene a nadie. Pero aquí tampoco. Es lo mejor que puede hacer.

-¡Por todos los cielos, Albert! Ha vuelto a beber...lo he visto...

-¿Sí? ¿Dónde?- preguntó curioso.

-No importa...- respondió negando con la cabeza.

Albert sonrió con el rostro oculto tras la taza.

-No puede cuidar de sí mismo. No puede estar solo.

-Lo está ahora mismo y a nadie le importa. ¿O pensabas en eso antes de saber que se marcha? Sé generoso, Nick. Agua que no has de beber, déjala correr. ¿Así se dice, verdad? Déjalo partir en paz. Aquí no tiene nada y si no eres tú el que va a remediarlo, al menos no intentes retenerlo. Si no tienes nada para ofrecerle, tampoco creo que tengas derecho a pedirle nada.

Aturdido por la noticia y el tono casi recriminatorio de Albert, insistió.

-¿¡No comprendes que no puede estar solo tan lejos!?

-¡Cerca, lejos! ¿¡Qué más da!?- respondió impaciente- Está solo en este preciso instante- hizo una pausa y lo vio de lleno antes de permitirse ir aún más lejos- Igual que tú. Tu hermana y su familia les dieron la espalda. Sólo se tienen el uno al otro pero tú has querido seguir sin él...¿qué puede hacer al respecto?- preguntó alzando los hombros.

-Albert, tienes que detenerlo- dijo casi implorando.

-¿¡Detenerlo!? Soy su amigo, no su dueño. Además, imagino que ya sabes cómo es cuando tiene algo en mente. Mejor inténtalo tú, puede que a ti sí te haga caso.

Dijo esto y se arrellanó en su asiento, quizá mostrando su escasa disposición para intervenir en aquel asunto. Entonces Nick se puso de pie, sabiendo que tendría que hacerlo él mismo. Persuadirlo, rogarle de ser necesario pero impedir que se marchara, evitar que continuara aquella vida solo y lejos.

-Gracias, Albert- dijo antes de dejar el lugar.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora