Capítulo 33

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-El Estado lo sentencia a siete meses de prisión efectiva...

El juez siguió hablando pero ya no había nada que escuchar. "Pudo ser mucho peor", se dijo Nick mientras lo esposaban.

El abogado y los contactos de Casablancas habían hecho un excelente trabajo hasta reducir la pena a su mínima expresión.

-¡Nicholas, Nick!- gritó una voz desde el fondo de la sala antes de que se lo llevasen.

Era Julian. Tenía una expresión desesperada mientras se abría paso entre los presentes.

Los oficiales que escoltaban al reo, acostumbrados a presenciar aquellas escenas, frenaron un poco el paso para permitirles intercambiar algunas palabras, pero para su sorpresa, el detenido reclamó.

-¡Vámonos rápido, por favor!

Y ante la mirada perpleja de Julian, su figura se perdió en el largo pasillo.


Era el primer día de visitas en la penitenciaría y Julian estaba ahí desde muy temprano. Llevaba con él comida, ropa, libros, una carta y todo aquello que sabía, sería del agrado de Nick.

Esperó en vano la posible llegada de Alessandra y notando que no se presentaría, formó fila junto al resto de las familias que allí esperaban.

Algunos lo miraban con recelo, otros con curiosidad. El aura de refinamiento que lo rodeaba contrastaba grotescamente con el grupo. También él podía notarlo. Decidió socializar un poco. Si esa iba a ser su rutina por los próximos meses, lo mejor que podría hacer era intentar convertirla en una experiencia tolerable.

Llegó la hora y las visitas comenzaron a anunciarse. Pronto fue su turno.

-¿A quién visita?- le preguntaron en la caseta de vigilancia.

-A Nicholas Valensi- respondió apoyando en el suelo las pesadas maletas que cargaba.

-¿Cuál es su nombre?

-Julian Casablancas.

-Aguarde aquí, por favor.

El agente anunció su visita. Se requería la confirmación del recluso para ingresar.

-Temo que no puede pasar, señor.

-¿Por qué no?- preguntó sorprendido- Él puede recibir visitas...

-Si lo desea, sí. Pero acaba de informar que no quiere verlo.

El rostro de Julian se transformó en una mueca de congoja que apenó incluso al guardia. Le pareció sólo un niño tan poco habituado a toda aquella sordidez que no pudo evitar hablar.

-Lo siento, muchacho. Nadie puede obligar a los reclusos a recibir visitas si no desean hacerlo.

-Pero yo...- dijo encogiéndose de hombros y echando una mirada a todo cuanto llevaba consigo.

-Verás que cambia de idea- lo animó- muchos de los que llegan aquí por primera vez no desean que sus familias los vean en este lugar. Ya cambiará de opinión, tranquilo.

Pero el oficial se equivocaba, al menos con Nick.

Nada cambió en los meses que siguieron y semanalmente, Julian permanecía de pie a las puertas de la prisión, sin permiso para ingresar.

En un par de ocasiones, Nick atisbó su presencia a través del ventanuco de uno de los pasillos.

-¡Madición, Jules! ¿Qué haces aquí?- murmuró para sus adentros- Vete ya...vete de una vez...

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora