Capítulo 34

100 14 20
                                    

Sobresaltados, ambos se volvieron. A lo lejos emergió la silueta menuda e inquieta de un muchacho al que Julian no lograba divisar.

-¡Tú!- gritó Nick, sorprendido por la inesperada presencia que parecía haber caído del cielo cuando más la necesitaba.

Se volvió hacia Julian. Hizo una pausa para verlo, quizá por última vez. Deseó ser capaz de sorber su imagen, grabarla en su retina y así poder reencontrarlo cada día, en cada cosa.

-Te dije que vendrían por mí- susurró al fin.

Tuvo el súbito impulso de besarlo, en la frente al menos. Pero comprendió que no podría alejarse de allí si lo hacía.

-Espera, Nick...- suplicó intentado asirse de sus manos- no te vayas...

-Perdóname...perdóname por todo, por favor- dijo alejándose para ir al encuentro de aquel joven que, sonriente y con los brazos abiertos, esperaba por él.


-¿Qué haces aquí Fabrizio?- preguntó desconcertado desde el asiento del acompañante.

-¿¡Qué hago aquí!?- repitió- Vamos, amigo. ¿Tú que crees? Ayer por mí, hoy por ti. Un hombre agradecido no olvida ciertas cosas.

Tenía razón. Cómo podría olvidar la mañana en que Nick lo rescató de aquella golpiza en el patio de la prisión. Lo puso a salvo entonces y también lo mantuvo bajo su protección durante el tiempo que pasaron allí juntos. De no ser por su ayuda, tal vez estaría muerto.

Fabrizio había ingresado antes que él y también cumplió su sentencia unas semanas antes de que lo hiciera Nick. Era un joven inquieto y nervioso. Tenía buen corazón y no se metía con nadie. Tal vez eso era suficiente para convertirlo en el blanco de todos los ataques. En sitios como aquel, la cadena siempre se cortaba por el eslabón más débil.

No estaba hecho para la vida carcelaria, pocos lo están sin duda. Pero Fabrizio no contaba con el carácter ni la experiencia para afrontar su estadía allí. Su figura endeble y su temperamento afable parecían poco aptos para los rigores de la vida. Su candidez lo había mezclado en una causa de estupefacientes. Había llegado a prisión luego de que un control de tránsito encontrase las drogas que uno de sus compañeros de universidad había decidido transportar en su auto, sin aviso ni permiso. De no haber sido tanta la mercancía, tal vez hubiese podido evitar la cárcel. Era su primer problema con la ley. Se lo sentenció a nueve meses. Dos de ellos, los pasó solo. Y había logrado transitar el resto gracias a Nick. Fue él quien lo rescató de la desleal pelea en el patio de la prisión. La imponencia física y el carácter hosco de su protector fueron suficientes para que las hostilidades en su contra cesaran. En compensación, los padres de Fabrizio se transformaron en sus benefactores. Las visitas a su hijo también eran visitas para Nick. Y los víveres y atenciones también fueron para dos. La pareja no podía estar más agradecida y aquella era su única forma de demostrarlo.

A fuerza de cuidados mutuos, su lazo se convirtió en una amistad sincera. Cuando Fabrizio recobró la libertad, él y su familia continuaron velando por las necesidades de Nick. Y no parecían dispuestos a dejarlo a su suerte una vez que también él abandonase la cárcel.

-¡Libre, amigo! ¡Libre al fin!- exclamaba Fabrizio soltando peligrosamente el volante.

Nick lo miró de soslayo, con la sonrisa indulgente de quien contempla la alegría infantil. La apertura de las puertas de la penitenciaría le había devuelto muchas cosas pero no lo liberaba. No de los recuerdos, de la nostalgia y de la culpa inmensa que lo alejaba de Julian.

-¿Quién más salió hoy, Nick?- preguntó curioso.

-Nadie que yo sepa.

-Había alguien más contigo. Pensé que algún compañero...

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora