Capítulo 32

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-¡Valensi!- se oyó el llamado de uno de los guardias- ¡Visita!

Se preguntó quién podría ser. Con seguridad no se trataría de Alessandra, todavía furiosa e incapaz de comprender su actitud. "Ya no tengo un hermano", le había dicho y a juzgar por su silencio, se lo estaba tomando en serio.

Nick se puso de pie para encaminarse al patio cubierto donde sus compañeros más afortunados recibían la visita de sus seres queridos.

-No es por allí- le indicaron- a la sala.

Supuso que debía ser su abogado. Allí se encontraban para hablar acerca de su expediente.

Entró esperando hallar a aquel hombre parsimonioso al que nada parecía inmutar. Pero en su lugar vio a John.

-¿Qué hace usted aquí?- preguntó deteniéndose en seco apenas la puerta se cerró tras de sí.

-Tenía que verte...

-Pues me está viendo. Adiós...- y dándole la espalda, llamó- ¡Guardia!

-¡Espera, espera!- exclamó John poniéndose de pie- Por favor, espera...siéntate.

-Si ha venido a regocijarse viendo con sus propios ojos...

-No estoy aquí para eso- interrumpió- siéntate, por favor.

Nick lo miró con desdén. Renunciar a su deseo de venganza no lo había privado de su orgullo. Aún así, caminó hacia él y se sentó. Era obvio que si el guardia no había acudido a su llamado era porque tenía instrucciones de no hacerlo.

-Los dos sabemos que nadie fraguó esos documentos, los tomaste de Elite- habló John sin rodeos- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué inventaste un delito que no cometiste?

-No lo hice por usted, como podrá imaginar. Lo hice por Julian. No se merece más dolor del que todo esto ya le ha causado. No seré yo quien le arrebate a su padre.

El hombre lo miró, impasible. Imaginaba aquella respuesta. Pero escucharla...eso era otra cosa. Lo confrontaba con su propia miserabilidad, con la certeza de que él mismo sería incapaz de un acto como ese, bajo ninguna circunstancia.

-Sólo he venido a decirte que ni Elite ni yo levantaremos cargos.

"Me perdona la vida", pensó Nick. ¿Acaso debía darle las gracias? Sus labios dibujaron una sonrisa irónica antes de ponerse de pie, dispuesto a marcharse.

-Aguarda- exclamó John con aquel tono autoritario que siempre usaba- mañana te visitará un abogado, él tomará tu caso. Las costas no serán un problema.

Desafiante y de pie frente a él, el joven respondió.

-No quiero nada que venga de usted.

-Entonces considera que viene de Julian.

La mención de su nombre pareció hacer un nudo en la garganta de Nick, que apesadumbrado, bajó la vista.

-Lo hago porque me lo ha pedido...y porque debo hacerlo- continuó el mayor en un tono inusualmente suave- permíteme...hacer esto...

Nick lo miró de soslayo y John palmeó delicadamente la mesa, invitándolo a tomar asiento otra vez.

-Haré lo posible por pagar tu fianza- prosiguió- el dinero no es obstáculo pero el fiscal cree que tenemos un acuerdo. Si rastrea el origen de los fondos y logra relacionarlos conmigo, estaremos en problemas. Ya ha sido bastante difícil llegar aquí sin dejar registro.

-No necesito que usted pague mi fianza...

El mayor fingió no oírlo.

-¿Existe alguna forma de transferirle el dinero a tu hermana y que sea ella la que pague? Se verá natural y siempre podrá decir que lo ha pedido prestado a sus amigos- propuso.

Nick guardó silencio.

-No lo hagas más difícil...- insistió John.

-No veo a mi hermana- dijo y las palabras escaparon de su boca a prisa- ni siquiera sé donde está...

-Ya veo...- murmuró el visitante.

Permaneció cabizbajo, con la vista fija en una de las esquinas del cuarto, invadido por la pena de aquel abandono inesperado en el momento en que más la necesitaba. Como John dejó a Celine frente a la adversidad, así lo dejaba ahora su hermana, luego de emponzoñar su vida a fuerza de un rencor que sólo lo había llevado a la ruina.

-Si no tiene nada más que decir...- dijo Nick deseoso de marcharse.

-Hay algo más...- dijo tomando unos papeles del bolsillo interno de su saco- esto...

Extendió hacia Nick un pequeño manojo de cartas. El joven las examinó, convencido de que serían la respuesta de Julian a su misiva de despedida. Pero reconoció en ellas la caligrafía de su hermana.

-Tal vez no te importe, tal vez no me creas pero...nunca supe del embarazo de Celine.

Nick lo miró furtivamente y creyó ver que sus ojos se aguaban al mencionar su nombre.

-Yo estaba casado entonces...- prosiguió sin dejar que su mirada se despegara del nervioso tamborileo de sus dedos- mi esposa, la madre de Cecile, manejaba gran parte de mis negocios, mi correspondencia entre ellos. Ella abrió su primera carta y lo supo. Interceptó el resto, nunca me lo dijo.

Nick comenzó a rebuscar entre los sobres amarillentos. Dos estaban abiertos, el resto ni siquiera había sido leído.

-Ayer fui a verla. En cuanto supe de su historia y sus cartas imaginé lo que pudo haber ocurrido. Ella no lo negó...y me entregó todo lo que ocultó por años.

La respiración de Nick se volvía ruidosa a fuerza de reprimir la emoción que lo embargaba.

-¿Por qué me las da?- pregunto con la voz quebrada y la vista fija en los sobres.

-Porque creí que tú...que ustedes debían tenerlas. No me malinterpretes, nada de esto me exculpa, sólo pone las cosas en su lugar. Si yo lo hubiese sabido...juro que su hijo...nuestro hijo...no hubiese sido diferente de Cecile ni de Julian. Sé que quizá...quizá pude hacer más...pero su muerte y la del niño no me son indiferentes. He sido un mal hombre casi toda mi vida pero no soy un monstruo.

De pronto hizo una pausa.

-Te pareces a ella...- dijo con voz temblorosa.

Nick clavó en él sus pequeños ojos, fieros y azules. Incapaz de sostener su mirada, esta vez fue John quien se puso de pie de un salto para dejar la sala.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora